jueves, 25 de noviembre de 2010

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura del libro del

Apocalipsis del apóstol san

Juan (18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9)

Yo, Juan vi un ángel que bajaba del cielo. Su poder era inmenso y con resplandor iluminó la tierra. Gritó con voz potente y dijo: “Ha caído ya la gran Babilonia y ha quedado convertida en morada de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros, en escondrijo de aves inmundas y repugnantes”.

Otro ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo:

“Con esta misma violencia será arrojada Babilonia, la gran ciudad, y desaparecerá para siempre. Ya no se volverán a escuchar en ti ni cantos, ni cítaras, ni flautas, ni trompetas. Ya no habrá jamás en ti artesanos de ningún oficio, ni se escuchará más el ruido de la piedra de molino; ya no brillarán en ti las luces de las lámparas, ni volverá a escucharse en ti el bullicio de las bodas. Esto sucederá porque tus comerciantes llegaron a dominar la tierra y tú, con tus brujerías, sedujiste a todas las naciones”.

Después de esto oí algo así como una inmensa multitud que cantaba en el cielo:

“¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus sentencias son legítimas y justas. El ha condenado a la gran prostituta, que corrompía a la tierra con su fornicación y le ha pedido cuentas de la sangre de sus siervos”.

Y por segunda vez todos cantaron:

“¡Aleluya! El humo del incendio de la gran ciudad se eleva por los siglos de los siglos”.

Entonces un ángel me dijo:

“Escribe: ‘Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 99

Dichosos los invitados

al banquete del Señor.

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo.

Dichosos los invitados

al banquete del Señor.

Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño.

Dichosos los invitados

al banquete del Señor.

Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios entre himnos, alabando al Señor y bendiciéndolo.

Dichosos los invitados

al banquete del Señor.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba.

Dichosos los invitados

al banquete del Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (21, 20-28)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.

¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el castigo de Dios se descargará contra este pueblo.

Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les ha señalado.

Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad.

Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

La destrucción de la ciudad de Jerusalén no debe ser equiparada con la destrucción o final del mundo; más bien debe ser interpretada como la oportunidad precisa para que la comunidad creyente abra su horizonte de misión y lleve el testimonio de Jesús de Nazaret fuera de las fronteras de Israel, es decir, a los pueblos paganos. Podemos decir que este tiempo en que la ciudad de Jerusalén va a ser entregada en manos de los paganos es un tiempo de Dios, donde él ofrece a todas las naciones del mundo conocido la salvación prometida a Israel. Lucas pretende expresar, por medio de un lenguaje apocalíptico, la fuerza salvífica y liberadora de Jesús, el cual ha sido enviado para hacer presente de manera definitiva el reino de Dios; así mismo, esa presencia gloriosa de Jesús en medio de la humanidad debe ser motivo de alegría y de esperanza, y mucho más para todos los que formamos parte de la Iglesia, ya que Jesús resucitado es la esperanza legítima de la comunidad de creyentes, es quien realmente da sentido a nuestra fe y a nuestras obras, es quien nos presenta el camino verdadero que nos conduce a la liberación y la vida en plenitud.

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