viernes, 31 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (2, 18-21)

Hijos míos: Esta es la última hora. Han oído ustedes que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido ya, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora.

De entre ustedes salieron, pero no eran de los nuestros; pues si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para que se pusiera de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros.

Por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 95

Alégrense los cielos y la tierra.

Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo, proclamemos su amor día tras día.

Alégrense los cielos y la tierra.

Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.

Alégrense los cielos y la tierra.

Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.

Alégrense los cielos y la tierra.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (1, 1-18)

Gloria a ti, Señor.

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. El era la vida, y la vida era la luz de los hombres.La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Jesús nace y es la luz verdadera, el esperado, el que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo y demostrando que el amor de Dios es grande para con la humanidad. Vino para darles el poder de hacerse Hijos de Dios a aquéllos que creen en su nombre, que reclaman igualdad y dignidad, que propugnan un orden social en donde no se excluya a nadie. Jesús nos revela al Padre de misericordia que se hace historia, que se encarna en el mundo para dar vida, para redignificar, para reivindicar a aquéllos que sufren por la sociedad y que tanto lo han esperado. Jesús es el Verbo, la Palabra, la Vida, la Luz, el Hijo unigénito que está en estrecha relación con el Padre, que lo comunica a través de sus palabras y de sus obras. Jesús nos pone en comunión con el Padre, nos hace ser conscientes de que somos hijos suyos creados a su imagen y semejanza, con igualdad y dignidad. Y que por ser hijos en el Hijo somos también hermanos entre nosotros. ¿Estamos actuando hoy como verdaderos hijos de Dios? ¿Estamos correspondiendo con el mismo amor a nuestro Padre? ¿Somos verdaderos hermanos en busca de la igualdad entre todos?

jueves, 30 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (2, 12-17)

Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio.

Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.

No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo.

El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 95

Alaben al Señor,

todos los pueblos.

Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder y tribútenle honores a su nombre.

Alaben al Señor,

todos los pueblos.

Ofrézcanle en sus atrios sacrificios. Caigamos en su templo de rodillas. Tiemblen ante el Señor los atrevidos.

Alaben al Señor,

todos los pueblos.

“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.

Alaben al Señor,

todos los pueblos.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (2, 36-40)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión

Ana es una mujer excluida por ser mujer, por ser viuda y por ser anciana; y como Simeón había perseverado muchos años esperando al Salvador para conocerlo antes de morir. Ella sabe leer los signos de los tiempos descubriendo la acción de Dios en la historia, en la realidad cotidiana. Jesús es el Mesías esperado, el anhelado por muchos que están en condiciones de pobreza, para que surja un orden social. La palabra de Dios se ha hecho carne para satisfacer la esperanza de un pueblo oprimido por dimensiones políticas, económicas, culturales y religiosas. Al final del relato termina el viaje que José y María habían emprendido a las tierras de Judea, y regresan a Nazaret de Galilea. Es en este último contexto, en un hogar sencillo, pobre y callado, donde Jesús crecía y se fortalecía en sabiduría y donde el favor de Dios lo acompañaba. ¿Estoy descubriendo la acción de Dios en los signos de los tiempos? ¿En qué rostros estoy reconociendo la llegada de Jesús? ¿Con qué hechos concretos le estoy recibiendo?, y ¿cuáles son mis compromisos reales para con los que esperan liberación de toda clase de muerte, de injusticia y desigualdad?

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (2, 3-11)

Queridos hermanos:

En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos.

El que dice: “Yo lo conozco”, pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a él. El que afirma que permanece en Cristo debe de vivir como él vivió.

Hermanos míos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que ustedes tenían desde el principio.

Este mandamiento antiguo es la palabra que han escuchado, y sin embargo, es un mandamiento nuevo éste que les escribo; nuevo en él y en ustedes, porque las tinieblas pasan y la luz verdadera alumbra ya.

Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 95

Cantemos la grandeza

del Señor.

Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Ha sido el Señor quien hizo el cielo; hay gran esplendor en su presencia y lleno de poder está su templo.

Cantemos la grandeza

del Señor.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (2, 22-35)

Gloria a ti, Señor.

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley:

Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció:

“Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En tiempos de Jesús era costumbre presentar al niño ante el Señor en el Templo de Jerusalén y ofrecer un sacrificio de purificación por él. Los pudientes sacrificaban un ternero, otros un cordero, y los más pobres un par de tórtolas. Lo que significa que José y María eran pobres, recalcándose así, nuevamente, el origen humilde de Jesús. Este niño es el que despierta el canto del viejo Simeón. Quien reconoce al Mesías es una persona pobre, en este caso un anciano. Al final se termina poniendo de manifiesto el destino de Jesús como signo de contradicción; y María también sufrirá por su hijo, compartirá el dolor de aquél que morirá en defensa de la vida. Muchos tienen el deseo de recibir al Salvador, el que traerá la justicia. Creer en un Dios hecho niño y pobre nos encara con un compromiso inaplazable por la justicia y la solidaridad. Debemos ver a Dios en lo pequeño, en los despreciados por la sociedad, en los pobres que claman justicia y dignidad. Hoy son nuestros pueblos los que escuchan y buscan la liberación de tantas situaciones infrahumanas. Recibamos al niño Jesús en el rostro de los necesitados de nuestra sociedad.

martes, 28 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (1, 5—2, 2)

Queridos hermanos: Este es el mensaje que hemos escuchado de labios de Jesucristo y que ahora les anunciamos: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad.

Si decimos que estamos con Dios, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no vivimos conforme a la verdad. Pero, si vivimos en la luz, como él vive en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.

Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si, por el contrario, confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda maldad.

Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra.

Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo.

Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 123

Nuestra vida se escapó

como un pájaro de la trampa

de los cazadores.

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte cuando los hombres nos asaltaron, nos habría devorado vivos el fuego de su cólera.

Nuestra vida se escapó

como un pájaro de la trampa

de los cazadores.

Las aguas nos hubieran sepultado, un torrente nos hubiera llegado al cuello, un torrente de aguas encrespadas. Bendito sea el Señor, que no nos hizo presa de sus dientes.

Nuestra vida se escapó

como un pájaro de la trampa

de los cazadores.

Nuestra vida se escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores. La trampa se rompió y nosotros escapamos. Nuestra ayuda nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Nuestra vida se escapó

como un pájaro de la trampa

de los cazadores.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (2, 13-18)

Gloria a ti, Señor.

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.

José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.

Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

El evangelio de Mateo hace referencia a la infancia de Moisés en Egipto, donde el Faraón, por miedo a una rebelión de esclavos, manda matar a todos los niños varones. “De Egipto llamé a mi hijo” es la expresión que identifica a Jesús con el nuevo Moisés que vendrá para liberar al pueblo de la esclavitud y la opresión. Es difícil decir a ciencia cierta si realmente estos hechos narrados en el evangelio de hoy sucedieron, pero lo que sí es cierto es que en tiempos en que se escribe el evangelio, y desde varios siglos antes*, muchos cristianos, tanto niños como mujeres y hombres, murieron a causa de su fe. Mateo quiere dejar ver que el poder del imperio, la estructura injusta, el anti-reino, quiere destruir a quien va a traer el reino de justicia, de liberación y de vida, porque es una amenaza. Celebrar a los santos inocentes es celebrar la memoria de nuestros hermanos que nos legaron con su vida y con su sangre la esperanza en el reino de justicia y dignidad. Es ser conscientes hoy de que las estructuras de poder continúan aún destruyendo y asesinando la vida de personas inocentes que luchan por conseguir una vida digna y justa.

*Si se estima que el evangelio de Mt fue escrito en los años 80, se debería decir “desde largos años antes” o “desde varias décadas antes”.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Juan (1, 1-4)

Queridos hermanos:

Les anunciamos lo que ya existía desde el principio, lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos. Nos referimos a aquel que es la Palabra de la vida.

Esta vida se ha hecho visible y nosotros la hemos visto y somos testigos de ella. Les anunciamos esta vida, que es eterna, y estaba con el Padre y se nos ha manifestado a nosotros.

Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, y juntos estemos unidos con el Padre y su Hijo, Jesucristo. Les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 96

Alégrense, justos,

con el Señor.

Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero. Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor, que se asienta en la justicia y el derecho.

Alégrense, justos,

con el Señor.

Los montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra. Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos.

Alégrense, justos,

con el Señor.

Amanece la luz para el justo y la alegría para los rectos de corazón. Alégrense justos, con el Señor y bendigan su santo nombre.

Alégrense, justos,

con el Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (20, 2-8)

Gloria a ti, Señor.

El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

El evangelio nos presenta al que era muy amigo de Jesús (en otras versiones, el que Jesús más quería) como uno de los primeros testigos de la Resurrección al lado de María Magdalena y de Pedro. Estos discípulos, que estuvieron con Jesús, que escucharon sus palabras y fueron testigos de sus obras, no habían comprendido que según las escrituras Jesús debía resucitar de entre los muertos; y ahora el discípulo que era muy amigo de Jesús ve y cree: Jesús ha resucitado, su proyecto de vida, de justicia ha triunfado sobre la muerte. El evangelio de hoy nos invita a realizar nuestro discipulado en comunidad, a ser testigos de la llegada de quien vence la muerte. Llegar a entender que Jesús había resucitado no fue de la noche a la mañana, sino que pasaron varios años para lograr comprender el misterio de Dios. Hoy, la fe que se nos ha sido trasmitida por tradición nos invita a creer en ese Jesús que nace en medio de nosotros como el Hijo de Dios que busca la construcción del reino de vida, que vence toda clase de muerte, que está en nuestras familias, en las comunidades para darnos vida en abundancia.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura


Lectura del segundo libro de

Samuel (7, 1-5.8-12.14.16)

Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de

campaña?” Natán le respondió:

“Anda y haz todo lo que te dice el corazón, porque el Señor está contigo”.

Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: ‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.

Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel.

Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos. Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino.

Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 88


Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (1, 67-79)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:

“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo.

Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.

El Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de nuestros enemigos, lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra vida.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos y a anunciar a su pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Lucas nos narra el cántico de Zacarías, una profecía que comienza alabando la acción de Dios en la vida de Israel. Zacarías celebra a un Dios que no se queda lejos ni indiferente a la situación que atraviesa el pueblo, sino que viene a él y desde adentro suscita una fuerza de salvación. Es un Dios que cumple sus promesas y se mantiene fiel a su juramento. Su deseo fundamental para con el pueblo es una vida en libertad, sin temor, orientada por la justicia. Juan es un signo de esa promesa de Dios que no se quedó en la historia, sino que continúa vigente. Es el profeta del Altísimo que va delante del Señor a preparar sus caminos, predicando el perdón de los pecados y la conversión del pueblo como condición para la salvación. Zacarías reconoce que la predicación de Juan hará posible que la luz que viene de lo alto (Jesús) se haga presente para guiar a los que viven alejados de Dios. Hoy, en nuestra realidad de violencia y muerte, Dios aún continúa con su promesa de liberación, está del lado del pobre, del oprimido, del excluido, del que no es nadie para la sociedad y reclama justicia.