viernes, 31 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (2, 18-21)

Hijos míos: Esta es la última hora. Han oído ustedes que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido ya, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora.

De entre ustedes salieron, pero no eran de los nuestros; pues si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para que se pusiera de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros.

Por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 95

Alégrense los cielos y la tierra.

Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo, proclamemos su amor día tras día.

Alégrense los cielos y la tierra.

Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.

Alégrense los cielos y la tierra.

Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.

Alégrense los cielos y la tierra.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (1, 1-18)

Gloria a ti, Señor.

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. El era la vida, y la vida era la luz de los hombres.La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino testigo de la luz.

Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Jesús nace y es la luz verdadera, el esperado, el que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo y demostrando que el amor de Dios es grande para con la humanidad. Vino para darles el poder de hacerse Hijos de Dios a aquéllos que creen en su nombre, que reclaman igualdad y dignidad, que propugnan un orden social en donde no se excluya a nadie. Jesús nos revela al Padre de misericordia que se hace historia, que se encarna en el mundo para dar vida, para redignificar, para reivindicar a aquéllos que sufren por la sociedad y que tanto lo han esperado. Jesús es el Verbo, la Palabra, la Vida, la Luz, el Hijo unigénito que está en estrecha relación con el Padre, que lo comunica a través de sus palabras y de sus obras. Jesús nos pone en comunión con el Padre, nos hace ser conscientes de que somos hijos suyos creados a su imagen y semejanza, con igualdad y dignidad. Y que por ser hijos en el Hijo somos también hermanos entre nosotros. ¿Estamos actuando hoy como verdaderos hijos de Dios? ¿Estamos correspondiendo con el mismo amor a nuestro Padre? ¿Somos verdaderos hermanos en busca de la igualdad entre todos?

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