jueves, 30 de diciembre de 2010

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (2, 12-17)

Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio.

Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.

No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo.

El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 95

Alaben al Señor,

todos los pueblos.

Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder y tribútenle honores a su nombre.

Alaben al Señor,

todos los pueblos.

Ofrézcanle en sus atrios sacrificios. Caigamos en su templo de rodillas. Tiemblen ante el Señor los atrevidos.

Alaben al Señor,

todos los pueblos.

“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.

Alaben al Señor,

todos los pueblos.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (2, 36-40)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión

Ana es una mujer excluida por ser mujer, por ser viuda y por ser anciana; y como Simeón había perseverado muchos años esperando al Salvador para conocerlo antes de morir. Ella sabe leer los signos de los tiempos descubriendo la acción de Dios en la historia, en la realidad cotidiana. Jesús es el Mesías esperado, el anhelado por muchos que están en condiciones de pobreza, para que surja un orden social. La palabra de Dios se ha hecho carne para satisfacer la esperanza de un pueblo oprimido por dimensiones políticas, económicas, culturales y religiosas. Al final del relato termina el viaje que José y María habían emprendido a las tierras de Judea, y regresan a Nazaret de Galilea. Es en este último contexto, en un hogar sencillo, pobre y callado, donde Jesús crecía y se fortalecía en sabiduría y donde el favor de Dios lo acompañaba. ¿Estoy descubriendo la acción de Dios en los signos de los tiempos? ¿En qué rostros estoy reconociendo la llegada de Jesús? ¿Con qué hechos concretos le estoy recibiendo?, y ¿cuáles son mis compromisos reales para con los que esperan liberación de toda clase de muerte, de injusticia y desigualdad?

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