lunes, 31 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (11, 32-40)

Hermanos: ¿Para qué seguir hablando sobre el poder de la fe? Me faltaría tiempo, si tuviera que exponer en detalle lo que hicieron Gedeón, Baruc, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Por su fe, ellos conquistaron reinos e hicieron justicia, lograron que se fueran cumpliendo las promesas divinas, cerraron las fauces de los leones, dominaron la violencia del fuego, se salvaron del filo de la espada, vencieron las enfermedades, fueron valientes en la guerra y pusieron en fuga a los ejércitos extranjeros.

Hubo también algunas mujeres, que por su fe obtuvieron la resurrección de sus hijos muertos. Muchos, sometidos a las torturas, prefirieron no ser rescatados, para alcanzar así la resurrección. Unos sufrieron escarnios y azotes, cadenas y cárcel. Otros, fueron apedreados, aserrados, torturados y muertos a espada; anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, faltos de todo, pasando necesidad, apuros y malos tratos. Esos hombres, de los cuales no era digno el mundo, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, por grutas y cavernas.

Sin embargo, todos ellos, aunque acreditados por su fe, no alcanzaron a ver el pleno cumplimiento de la promesa: es que Dios había dispuesto para nosotros algo mejor y no quería que ellos llegaran, sin nosotros, a la perfección.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 30

Quien confía en el Señor,

no desespere.

¡Qué grande es la bondad que has reservado, Señor, para tus fieles! Con quien se acoge a ti, Señor, ¡qué bueno eres!

Quien confía en el Señor,

no desespere.

Tu presencia lo ampara de todas las intrigas de los hombres, y lo pone a resguardo de las burlas y las murmuraciones.

Quien confía en el Señor,

no desespere.

Bendito sea el Señor, que en mis horas de angustia ha prodigado las pruebas de su amor.

Quien confía en el Señor,

no desespere.

En mi inquietud, Señor, llegué a pensar que me habías quitado de tu vista; pero oíste la voz de mis plegarias cuando clamaba a ti.

Quien confía en el Señor,

no desespere.

Que amen al Señor todos sus fieles, pues protege a los leales y a los soberbios da lo que merecen.

Quien confía en el Señor,

no desespere.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (5, 1-20)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo.Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.

Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.

Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús:

“Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado.

Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Según la concepción judía, estar enfermo es estar muerto; es estar relegado a las afueras de la sociedad; es no existir; es negar el cuerpo y la historia de un ser humano. El endemoniado de Gerasa se convierte así en un reflejo de la sociedad judía y romana, en un mapa de una sociedad que se niega a actuar misericordiosamente con los débiles; es la evidencia más clara de la acción malévola de una estructura que ha optado por el egoísmo y el poder. En el texto que leemos hoy nos encontramos con un hombre que vive en los sepulcros, lo cual significa que es un hombre considerado “muerto” para su comunidad, pues es un hombre poseído y esclavizado por un espíritu malo, quien le ha originado una enfermedad. Con la acción de Jesús este hombre se vincula nuevamente a la vida de la comunidad; signo de ello es que se encuentra “sentado, vestido y en su sano juicio”. Esta curación expresa ese nuevo mundo que se establece cuando Dios reina en la sociedad; es un mundo que tiene como principio de acción el amor y la solidaridad con los más débiles, con aquellos que la sociedad tiene por “muertos”.

sábado, 29 de enero de 2011

Lectura del día


Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (11, 1-2. 8-19)

Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera, y de conocer las realidades que no se ven. Por ella, fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa, después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Lucas 1

Bendito sea el Señor,

Dios de Israel.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas.

Bendito sea el Señor,

Dios de Israel.

Anunció que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.

Bendito sea el Señor,

Dios de Israel.

El Señor juró a nuestro padre Abraham que nos libraría del poder de nuestros enemigos, para que pudiéramos servirlo sin temor, con santidad y justicia, todos los días de nuestra vida.

Bendito sea el Señor,

Dios de Israel.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (4, 35-41)

Gloria a ti, Señor.

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”.

Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín.

Lo despertaron y le dijeron:

“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

El relato que leemos hoy es ante todo una instrucción catequética entorno a la fe del discípulo y de la comunidad creyente. Marcos nos relata que Jesús, junto con los suyos, decide “pasar a la otra orilla”; es decir, al territorio de la Decápolis, lugar pagano y, según la mentalidad de la época, relacionado con el demonio. Jesús quiere que la Buena Nueva del Reino llegue a territorio pagano, pero las fuerzas del mal, representadas por el mar y la tormenta, no lo permiten y, en cambio, hace que los discípulos se angustien y se llenen de temor ante la inclemencia de las aguas. El mal parece haber triunfado, pues los discípulos se muestran impotentes frente a una situación tan aterradora; sin embargo, Jesús vence a la tormenta con sólo una orden. Esta actitud cobarde de los discípulos es cuestionada por Jesús, ya que es signo de una fe aún débil, que necesita señales prodigiosas o extraordinarias (sanaciones o milagros) para poder creer; no son suficientemente conscientes de la presencia salvífica de Jesús en medio de ellos. La fe del discípulo se caracteriza por reconocer que Dios se hace presente en su vida y en la comunidad, que actúa desde dentro y que desde allí salva.

viernes, 28 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (10, 32-39)

Hermanos: Recuerden aquellos primeros días en que, recién iluminados por el bautismo, tuvieron ustedes que afrontar duros y dolorosos combates.

Unas veces fueron expuestos públicamente a los insultos y tormentos. Otras, compartieron los sufrimientos de los hermanos que eran maltratados, se compadecieron de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus propios bienes, sabiendo ustedes que están en posesión de otros, mejores y perdurables.

Por lo tanto, no pierdan la confianza, pues la recompensa es grande. Lo que ahora necesitan es la perseverancia, para que, cumpliendo la voluntad de Dios, alcancen lo prometido.

Atiendan a lo que dice la Escritura: Pronto, muy pronto, el que ha de venir vendrá y no tardará; y mi justo, si permanece fiel, vivirá; pero si desconfía, dejará de agradarme.

Ahora bien, nosotros no somos de los que desconfían y perecen, sino hombres de fe, destinados a salvarnos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 36

La salvación del justo

es el Señor.

Pon tu esperanza en Dios, practica el bien y vivirás tranquilo en esta tierra. Busca en él tu alegría y te dará el Señor cuanto deseas.

La salvación del justo

es el Señor.

Pon tu vida en las manos del Señor, en él confía, y hará que tu virtud y tus derechos brillen igual que el sol de mediodía.

La salvación del justo

es el Señor.

Porque aprueba el camino de los justos, asegura el Señor todos sus pasos; no quedarán por tierra cuando caigan, porque el Señor los tiene de su mano.

La salvación del justo

es el Señor.

La salvación del justo es el Señor; en la tribulación él es su amparo. A quien en él confía, Dios lo salva de los hombres malvados.

La salvación del justo

es el Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (4, 26-34)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por si sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas.

Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.

Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.


Reflexión

Jesús hace comprensible a sus oyentes, a través de parábolas o comparaciones, el Reino de Dios; para ello emplea imágenes cercanas a la vida común de la gente que lo seguía, en su mayoría hombres y mujeres campesinos; hace de la sabiduría popular una herramienta para hablar de una realidad superior que está actuando ya en medio de ellos. En la parábola de la semilla que crece por sí sola se quiere hacer notar la fuerza con la que el reino se desarrolla en la historia y hace presente el misterio de la creación, las manos creadoras de Dios y del ser humano, que se esfuerzan día a día por la vida. Dios actúa, salva y libera por medio de la humanidad; es la única vía por la cual Dios hace posible la creación; por eso el texto afirma que el ser humano es quien siembra y se beneficia de los frutos de la cosecha. Esto quiere decir que el hombre y la mujer tienen un protagonismo fundamental dentro del plan salvífico de Dios. Sin embargo, Dios es quien actúa; es quien hace que la semilla crezca y dé frutos abundantes. Tendríamos que preguntarnos hasta qué punto somos verdaderos sembradores de las semillas del reino.

jueves, 27 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (10, 19-25)

Hermanos: En virtud de la sangre de Jesucristo tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo.Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.

Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra. Estimulémonos mutuamente con el ejemplo al ejercicio de la caridad y las buenas obras.

No abandonemos, como suelen hacerlo algunos, la costumbre de asistir a nuestras asambleas; al contrario, animémonos los unos a los otros, tanto más, cuanto que vemos que el día del Señor se acerca.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 23

Busquemos a Dios,

nuestro Señor.

Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos.

Busquemos a Dios,

nuestro Señor.

¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.

Busquemos a Dios,

nuestro Señor.

Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Esta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob.

Busquemos a Dios,

nuestro Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (4, 21-25)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Siguió hablándoles y les dijo:

“Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces.

Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

La luz es el símbolo más apropiado para hablar de la finalidad del anuncio de la Buena Nueva y de lo que debe ser la comunidad cristiana en el mundo. La Buena Nueva es como una lámpara que se debe poner en un lugar apropiado para que toda la “casa” (la creación, la comunidad) quede iluminada, pueda ver con claridad el misterio de Dios revelado en Jesús y pueda percibir suficientemente los peligros, las ausencias de luz. Es necesario anunciar la Buena Nueva de salvación a toda la humanidad, para que sea escuchada y vivida, celebrada y compartida; no se puede ocultar, pues ella revela el destino final del hombre: vivir plena y dignamente. Quien es partícipe de esta Buena Noticia debe adquirir el compromiso de vivirla y comunicarla; de lo contrario, esta luz, al igual que la semilla en terreno pedregoso, se irá desvaneciendo y morirá. El evangelio de hoy expresa que la mejor manera de mantener encendida la lámpara de la Buena Nueva, de la presencia salvífica de Dios en medio de la comunidad, es a través de una entrega sin medida a los demás; hay que imitar a Dios que se da todo, se ofrece todo para salvar al hombre de la oscuridad.

miércoles, 26 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la segunda carta

del apóstol san Pablo a

Timoteo (1, 1-8)

Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, conforme a la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Cuando de noche y de día te recuerdo en mis oraciones, le doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura, como lo aprendí de mis antepasados.

No puedo olvidar tus lágrimas al despedirnos y anhelo volver a verte para llenarme de alegría, pues recuerdo tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y que estoy seguro que también tienes tú.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 95

Cantemos la grandeza

del Señor.

Cantemos al Señor un canto nuevo, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder y tribútenle honores a su nombre.

Cantemos la grandeza

del Señor.

“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (4, 1-20)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla.

Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:

“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron.

Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”.Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y sean perdonados”.

Y les dijo a continuación:

“Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la palabra.

‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.

‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos.

‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril.

Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Jesús había comenzado en Galilea a anunciar su revolucionario proyecto del Reino. Como toda propuesta nueva positiva, tuvo al comienzo una gran acogida. El pueblo estaba demasiado oprimido y buscaba salida a su situación.

Pero el Reino exigía conversión: cambio interior de las personas y cambio exterior de las estructuras. Y toda exigencia de cambio trae crítica y persecución. Es entonces cuando Jesús comprueba que su propuesta de cambio personal y social no sólo no es bien comprendida, sino que es atacada. Sobre su misma persona comienzan ya las amenazas de muerte. Y ahí le sobreviene a Jesús un momento natural de crisis que parece ser el fondo histórico de la parábola del sembrador.

La parábola es prácticamente una confesión estremecedora de las dificultades que enfrentaba Jesús, al mismo tiempo que de su voluntad decidida de continuar en la propuesta de su causa. Jesús asemeja su trabajo al de un sembrador que derrocha semillas y energía. Siembra aquí y allá, con la esperanza de que la semilla arraigue, crezca y produzca fruto. Y se da cuenta, desde el principio, que no todos acogen su propuesta, que la idea del Reino cae en gente superficial, o interesada, o aferrada a las viejas estructuras, o atemorizada... Jesús es honesto y valiente y confiesa su fracaso: gran parte de su esfuerzo se está perdiendo.

El Reino no tiene medidas humanas de eficacia. Hay que sembrarlo en todos los terrenos. Es una gracia universal y Dios Padre no quiere excluir de ella a nadie. Por eso no hay examen de campo, para establecer dónde debe sembrarse. Jesús es fiel a esta lógica y siembra los contenidos del Reino por donde camina. Su conexión con el Padre Celestial le enseña que el cambio verdadero comienza poco a poco, desde el fondo, aunque sea sólo con un puñado de personas, o aunque sean éstas las más débiles ante los ojos del poder humano.

La lógica de Dios, de Jesús y del Reino sigue parámetros distintos y hasta en muchos casos contrarios a la lógica del poder.

martes, 25 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos

de los Apóstoles (22, 3-16)

En aquellos días, Pablo dijo al pueblo: “Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié aquí, en Jerusalén; fui alumno de Gamaliel y aprendí a observar en todo su rigor la ley de nuestros padres y estaba tan lleno de fervor religioso, como lo están ustedes ahora.

Perseguí a muerte a la religión cristiana, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco y me dirigí hacia allá en busca de creyentes para traerlos presos a Jerusalén y castigarlos.

Pero en el camino, cerca ya de Damasco, a eso del mediodía, de repente me envolvió una gran luz venida del cielo; caí por tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Yo le respondí: ‘Señor, ¿quién eres tú?’ El me contestó: ‘Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues’. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Entonces yo le dije:

‘¿Qué debo hacer, Señor?’ El Señor me respondió: ‘Levántate y vete a Damasco; allá te dirán todo lo que tienes que hacer’.Como yo no podía ver, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco.

Allí, un hombre llamado Ananías, varón piadoso y observante de la ley, muy respetado por todos los judíos que vivían en Damasco, fue a verme, se me acercó y me dijo:

‘Saulo, hermano, recobra la vista’. Inmediatamente recobré la vista y pude verlo. El me dijo: ‘El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conocieras su voluntad, vieras al Justo y escucharas sus palabras, porque deberás atestiguar ante todos los hombres lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y queda limpio de tus pecados’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial Salmo 116

Vayan por todo el mundo

y prediquen el Evangelio.

Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos.

Vayan por todo el mundo

y prediquen el Evangelio.

Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre.

Vayan por todo el mundo

y prediquen el Evangelio.

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pablo a los

Corintios (7, 29-31)

Hermanos: Les quiero decir una cosa: la vida es corta. Por tanto, conviene que los casados vivan como si no lo estuvieran; los que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no compraran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran de él; porque este mundo que vemos es pasajero.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (16, 15-18)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Hoy celebramos en la Iglesia la conversión del Apóstol Pablo; celebramos un cambio de vida, el paso de un “antes” a un “después”; celebramos la apertura total de un hombre a la voluntad de Dios. Pablo es importante para la comunidad de creyentes por su proceso de cambio; pasa de un sistema religioso cimentado en la justificación (“Dios me paga por cumplir la ley”) a un sistema en el que Dios se hace presente de manera directa, sin necesidad de intermediarios, en la existencia del ser humano. Pablo experimenta que Dios está presente en él; que puede acceder a Dios no por medio de la ley, sino por medio de las personas. Pablo se da cuenta que ese mismo Dios en quien cree habita en él y en la comunidad; Pablo descubre que la relación del ser humano con Dios ocurre en la mundanidad, y es esa la gran novedad para Pablo y en eso consiste su proceso de cambio. El evangelio que leemos hoy nos confirma lo que Pablo experimentó: el reino de Dios está actuando ya en nuestra historia, está presente en nosotros; por ello necesitamos cambiar, sumergirnos esa presencia salvífica y saturarnos de ella y así estar dispuestos para dar testimonio de ello a nuestros hermanos.

lunes, 24 de enero de 2011

Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (9, 15. 24-28)

Hermanos: Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.

Porque no entró Cristo en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 97

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (3, 22-30)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús:

“Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir.

De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

En el relato de ayer se nos decía que los familiares de Jesús intentaron detenerlo, porque pensaban que estaba fuera de sí, que estaba loco. Ahora son los letrados quienes calumnian y difaman a Jesús; afirman que su poder salvífico y liberador no viene de Dios, sino de Satanás. Esto lo dicen porque ya no pueden pretender que desconocen los milagros de Jesús y a las multitudes que lo buscan; su acción se les ha escapado de las manos y eso preocupa a las autoridades de Jerusalén. Jesús defiende su misión y lo hace a través de comparaciones, que tienen como fin dejar claro tres cosas: Una, que en él el reino de Dios se hace presente; dos, que él posee la fuerza del Espíritu de Dios y por eso es capaz de destruir el reino de Satanás; tres, que los letrados pertenecen a Satanás. Son ellos los blasfemos, pues no reconocen que en Jesús actúa el Espíritu Santo. Los letrados, por no abrirse al dinamismo del Espíritu y por negar su acción plena en Jesús, se autoexcluyen de la salvación que Dios les ofrece. La salvación llega a nuestras vidas cuando abrimos fiel y dócilmente nuestra mente y corazón a la voluntad de Dios.