jueves, 6 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (4, 19–5, 4)

Queridos hijos: Amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice:

“Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento:

El que ama a Dios, que ame también a su hermano.

Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios, en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 71

Que te adoren, Señor,

todos los pueblos.

Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.

Que te adoren, Señor,

todos los pueblos.

De la opresión rescatará a los pobres, pues estima su vida muy valiosa. Por eso rogarán por él sin tregua y lo bendecirán a todas horas.

Que te adoren, Señor,

todos los pueblos.

Que bendigan al Señor eternamente y tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones.

Que te adoren, Señor,

todos los pueblos.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (4, 14-22)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región.

Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En el evangelio de hoy, Jesús es presentado como poseedor del Espíritu Santo. Esto significa que su predicación está acreditada por el mismo Dios y, por consiguiente, está dirigida a los privilegiados del Padre: los necesitados. La intención, pues, de este relato de Lucas es dar a conocer el rostro de Jesús, que es asumido como el “Salvador”. Esta concepción salvífica de Jesús es evidenciada a lo largo del evangelio de Lucas (por ejemplo, Jesús en las bienaventuranzas se dirige a los pobres reales, a los que pasan hambre y lloran de verdad) y es de relevante importancia porque con ella se quiere expresar que con Jesús la promesa de salvación ha llegado a su pleno cumplimiento. En la acción solidaria y fraterna de Jesús con los pobres y pecadores se expresan desde ya signos elocuentes de la presencia salvífica y liberadora de Dios en la historia; es decir, que en Jesús se cumplen las esperanzas más profundas del pueblo creyente y se hace realidad el Reino de Dios. Es importante que reconozcamos en Jesús su capacidad salvífica, la cual se expresa eficazmente en el amor desinteresado por los pobres. ¿Está respaldada nuestra fe en Jesús por ese mismo amor?

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