lunes, 24 de enero de 2011

Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (9, 15. 24-28)

Hermanos: Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.

Porque no entró Cristo en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 97

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey.

Cantemos al Señor

un canto nuevo.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (3, 22-30)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús:

“Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir.

De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

En el relato de ayer se nos decía que los familiares de Jesús intentaron detenerlo, porque pensaban que estaba fuera de sí, que estaba loco. Ahora son los letrados quienes calumnian y difaman a Jesús; afirman que su poder salvífico y liberador no viene de Dios, sino de Satanás. Esto lo dicen porque ya no pueden pretender que desconocen los milagros de Jesús y a las multitudes que lo buscan; su acción se les ha escapado de las manos y eso preocupa a las autoridades de Jerusalén. Jesús defiende su misión y lo hace a través de comparaciones, que tienen como fin dejar claro tres cosas: Una, que en él el reino de Dios se hace presente; dos, que él posee la fuerza del Espíritu de Dios y por eso es capaz de destruir el reino de Satanás; tres, que los letrados pertenecen a Satanás. Son ellos los blasfemos, pues no reconocen que en Jesús actúa el Espíritu Santo. Los letrados, por no abrirse al dinamismo del Espíritu y por negar su acción plena en Jesús, se autoexcluyen de la salvación que Dios les ofrece. La salvación llega a nuestras vidas cuando abrimos fiel y dócilmente nuestra mente y corazón a la voluntad de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario