viernes, 21 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la carta a los

hebreos (8, 6-13)

Hermanos: Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, ha obtenido un ministerio tanto más excelente, cuanto que él es el mediador de una mejor alianza, fundada en mejores promesas. Si aquella primera alianza hubiera sido perfecta, no habría habido lugar para una segunda. Pero de hecho, Dios la encuentra imperfecta, cuando reprendiendo a los israelitas, les dice:

Se acerca el tiempo en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva, dice el Señor. No será como la alianza que hice con los padres de ustedes cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, porque ellos rompieron mi alianza y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos. Esta es la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones.

Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano, diciéndole:

“Conoce al Señor”, porque todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados.

Conforme a esto, al hablar de una alianza nueva, Dios declara anticuada la primera, y lo que es anticuado y envejecido está próximo a la desaparición.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 84

Muéstranos, Señor,

tu misericordia.

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra.

Muéstranos, Señor,

tu misericordia.

La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron, la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo.

Muéstranos, Señor,

tu misericordia.

Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas.

Muéstranos, Señor,

tu misericordia.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (3, 13-19)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que él quiso, y ellos lo siguieron. Constituyó a doce para que se quedaran con él, para mandarlos a predicar y para que tuvieran el poder de expulsar a los demonios.

Constituyó entonces a los Doce: a Simón, al cual le impuso el nombre de Pedro; después, a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el nombre de Boanergues, es decir “hijos del trueno”; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y a Judas Iscariote, que después lo traicionó.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Desde la montaña, lugar simbólico del encuentro con Dios, Jesús llama a los que serán sus discípulos. Lo novedoso de Jesús es precisamente que es él quien elige, distanciándose así de los tradicionales maestros de la ley que comúnmente eran elegidos por sus futuros alumnos. Esto significa que la vocación de ser discípulo es una iniciativa de Dios, es una gracia dada a quien se siente movido e identificado con la misericordia y la justicia del reino. Según Marcos la tarea de los miembros de este nuevo grupo es convivir con él y ser enviados a predicar la Buena Nueva; esto exige permanecer con el Maestro, escuchar su palabra, estar disponible para el seguimiento, exige iniciar un proceso de conversión y de fe que permita al discípulo dar testimonio del evangelio que ha vivido junto a Jesús. Conversión, fe, confianza, disponibilidad y testimonio son elementos que identifican al verdadero discípulo de Jesús; son las bases desde las cuales se construye el nuevo pueblo de Dios. Por esta razón los discípulos son signo del nuevo Israel, del nuevo mundo renovado por la presencia de Jesús; son un espejo en el que todo creyente puede mirarse; son un verdadero ejemplo de conversión y de fidelidad al Señor.

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