miércoles, 26 de enero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la segunda carta

del apóstol san Pablo a

Timoteo (1, 1-8)

Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, conforme a la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Cuando de noche y de día te recuerdo en mis oraciones, le doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura, como lo aprendí de mis antepasados.

No puedo olvidar tus lágrimas al despedirnos y anhelo volver a verte para llenarme de alegría, pues recuerdo tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y que estoy seguro que también tienes tú.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 95

Cantemos la grandeza

del Señor.

Cantemos al Señor un canto nuevo, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder y tribútenle honores a su nombre.

Cantemos la grandeza

del Señor.

“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia.

Cantemos la grandeza

del Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (4, 1-20)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla.

Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:

“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron.

Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”.Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y sean perdonados”.

Y les dijo a continuación:

“Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la palabra.

‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.

‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos.

‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril.

Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Jesús había comenzado en Galilea a anunciar su revolucionario proyecto del Reino. Como toda propuesta nueva positiva, tuvo al comienzo una gran acogida. El pueblo estaba demasiado oprimido y buscaba salida a su situación.

Pero el Reino exigía conversión: cambio interior de las personas y cambio exterior de las estructuras. Y toda exigencia de cambio trae crítica y persecución. Es entonces cuando Jesús comprueba que su propuesta de cambio personal y social no sólo no es bien comprendida, sino que es atacada. Sobre su misma persona comienzan ya las amenazas de muerte. Y ahí le sobreviene a Jesús un momento natural de crisis que parece ser el fondo histórico de la parábola del sembrador.

La parábola es prácticamente una confesión estremecedora de las dificultades que enfrentaba Jesús, al mismo tiempo que de su voluntad decidida de continuar en la propuesta de su causa. Jesús asemeja su trabajo al de un sembrador que derrocha semillas y energía. Siembra aquí y allá, con la esperanza de que la semilla arraigue, crezca y produzca fruto. Y se da cuenta, desde el principio, que no todos acogen su propuesta, que la idea del Reino cae en gente superficial, o interesada, o aferrada a las viejas estructuras, o atemorizada... Jesús es honesto y valiente y confiesa su fracaso: gran parte de su esfuerzo se está perdiendo.

El Reino no tiene medidas humanas de eficacia. Hay que sembrarlo en todos los terrenos. Es una gracia universal y Dios Padre no quiere excluir de ella a nadie. Por eso no hay examen de campo, para establecer dónde debe sembrarse. Jesús es fiel a esta lógica y siembra los contenidos del Reino por donde camina. Su conexión con el Padre Celestial le enseña que el cambio verdadero comienza poco a poco, desde el fondo, aunque sea sólo con un puñado de personas, o aunque sean éstas las más débiles ante los ojos del poder humano.

La lógica de Dios, de Jesús y del Reino sigue parámetros distintos y hasta en muchos casos contrarios a la lógica del poder.

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