lunes, 3 de enero de 2011

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del

apóstol san Juan (3, 22–4, 6)

Queridos hijos: Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos. Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.

Hermanos míos, no se dejen llevar de cualquier espíritu, sino examinen toda inspiración para ver si viene de Dios, pues han surgido por el mundo muchos falsos profetas. La presencia del Espíritu de Dios la pueden conocer en esto: Todo aquel que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquel que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo. De éste han oído decir que ha de venir; pues bien, ya está en el mundo.

Ustedes son de Dios, hijitos míos, y han triunfado de los falsos profetas, porque más grande es el que está en ustedes que el que está en el mundo. Ellos son del mundo, enseñan cosas del mundo y el mundo los escucha. Pero nosotros somos de Dios y nos escucha el que es de Dios.

En cambio, aquel que no es de Dios no nos escucha. De esta manera distinguimos entre el espíritu de la verdad y el espíritu del error.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 2

Yo te daré en herencia

las naciones.

Anunciaré el decreto del Señor. He aquí lo que me dijo: “Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy. Te daré en herencia las naciones y como propiedad, toda la tierra”.

Yo te daré en herencia

las naciones.

Escuchen y comprendan estas cosas, reyes y gobernantes de la tierra. Adoren al Señor con reverencia, sírvanlo con temor.

Yo te daré en herencia

las naciones.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (4, 12-17. 23-25)

Gloria a ti, Señor.

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías: Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos; el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo:

“Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”.

Y andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.

Su fama se extendió por toda Siria y le llevaban a todos los aquejados por diversas enfermedades y dolencias, a los poseídos, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Lo seguían grandes muchedumbres venidas de Galilea,Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

El evangelio que leemos hoy nos muestra, de manera sintética, el contenido fundamental del mensaje anunciado por Jesús: Arrepiéntanse que está cerca el reino de los cielos; donde los signos más elocuentes de esa cercanía son la sanación de los enfermos y la enseñanza de la Buena Nueva en las sinagogas. Es un mensaje liberador y sanador de carácter universal (no es sólo para Israel, es también para los paganos), por ello se habla de manera simbólica del retiro de Jesús a Galilea, lugar despreciado por los judíos por la presencia de paganos. El reino que anuncia Jesús se distancia de la concepción judía, en la que se esperaba la venida definitiva y triunfante de Dios y, con él, la transformación total de la realidad temporal del pueblo de Israel; Jesús entiende el reino como la intervención definitiva de Dios en la historia, donde Dios será soberano al final de los tiempos. Sin embargo, para Jesús el reino se hace ya presente en la historia humana, específicamente en su cercanía con los pobres y pecadores y en el anuncio de la Buena Noticia. Todos estamos llamados a ser signos vivos de la presencia de Dios en nuestras comunidades, a través de la solidaridad y del amor fraterno.

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