miércoles, 30 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Amós (5, 14-15. 21-24)

Esto dice el Señor:

“Busquen el bien, no el mal, y vivirán, y así estará con ustedes, como ustedes mismos dicen, el Señor, Dios de los ejércitos. Aborrezcan el mal y amen el bien, implanten la justicia en los tribunales; quizá entonces el Señor, Dios de los ejércitos, tenga piedad de los sobrevivientes de José.

Yo desprecio y detesto las fiestas de ustedes, no me agradan sus solemnidades. Aunque me ofrezcan holocaustos, no aceptaré sus ofrendas ni miraré con agrado sus sacrificios de novillos gordos.

Alejen de mí el ruido de sus canciones; no quiero escuchar la música de sus arpas. Que fluya la justicia como el agua y la bondad como un torrente inagotable”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 49

Dios salva

al que cumple su voluntad.

Israel, pueblo mío, escucha atento; en contra tuya, yo, tu Dios, declaro:

Dios salva

al que cumple su voluntad.

“No voy a reclamarte sacrificios, pues siempre están ante mí tus holocaustos. Pero ya no aceptaré becerros de tu casa ni cabritos de tus rebaños.

Dios salva

al que cumple su voluntad.

Pues todas las fieras de la selva son mías y hay miles de bestias en mis montes. Conozco todos los pájaros del cielo y es mío cuanto se mueve en los campos.

Dios salva

al que cumple su voluntad.

Si yo estuviera hambriento, nunca iría a decírtelo a ti, pues todo es mío. ¿O acaso yo como carne de toros y bebo sangre de cabritos?

Dios salva

al que cumple su voluntad.

¿Por qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú, que detestas la obediencia y echas en saco roto mis mandatos?”

Dios salva

al que cumple su voluntad.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (8, 28-34)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino.

Los endemoniados le gritaron a Jesús: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”

No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: “Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos”. El les respondió:

“Está bien”.

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Este texto a menudo complica, Jesús sabe que aquel camino es peligroso, era guarida de asaltantes y ladrones, gente mala que se aprovechaba de los viajeros que transitaban por el lugar. Dos hombres de aquellos le salen al encuentro, lo enfrentan, pero se dan cuenta que Jesús no les teme, les habla, les invita a cambiar, y eso los desconcierta y perturba, ya que no lo pueden asustar, por ello los demonios, los malos pensamientos que habitan a estos dos hombres, le piden a Jesús que les permita irse a los cerdos, que luego se lanzan al acantilado y se ahogan. Según la Ley de los judíos, los cerdos eran animales impuros que el pueblo no podía comer, pues los contaminaba, de ahí entendemos por qué lo malo, pide meterse en lo malo, las aguas del acantilado según su creencia, era donde habitaba el mal, en las aguas de abajo. Pero, ¿ por qué la gente que presencia esto, le pide a Jesús que se vaya de la región?, suponemos que se debe a que como no seguían las costumbres judías por ser paganos, vivían de la crianza y venta de cerdos, entonces aunque admirados con Jesús, prefieren su propio negocio.

martes, 29 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos

de los Apóstoles (12, 1-11)

En aquellos días, el rey Herodes mandó apresar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan, y viendo que eso agradaba a los judíos, también hizo apresar a Pedro. Esto sucedió durante los días de la fiesta de los panes Azimos.Después de apresarlo, lo hizo encarcelar y lo puso bajo la vigilancia de cuatro turnos de guardia, de cuatro soldados cada turno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua.

Mientras Pedro estaba en la cárcel, la comunidad no cesaba de orar a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes iba a hacerlo comparecer ante el pueblo, Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas y los centinelas cuidaban la puerta de la prisión. De pronto apareció el ángel del Señor y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:

“Levántate pronto”.

Entonces las cadenas que le sujetaban las manos se le cayeron. El ángel le dijo: “Cíñete la túnica y ponte las sandalias”, y Pedro obedeció. Después le dijo: “Ponte el manto y sígueme”. Pedro salió detrás de él, sin saber si era verdad o no lo que el ángel hacía, y le parecía más bien que estaba soñando. Pasaron el primero y el segundo puesto de guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y caminaron hasta la esquina de la calle y de pronto el ángel desapareció.

Entonces, Pedro se dio cuenta de lo que pasaba y dijo: “Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de todo cuanto el pueblo judío esperaba que me hicieran”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 33

El Señor me libró

de todos mis temores.

Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.

El Señor me libró

de todos mis temores.

Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.

El Señor me libró

de todos mis temores.

Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias.

El Señor me libró

de todos mis temores.

Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en él.

El Señor me libró

de todos mis temores.

Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta

del apóstol san Pablo a

Timoteo (4, 6-8. 17-18)

Querido hermano: Ha llegado para mí la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.

Cuando todos me abandonaron, el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.

Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará sano y salvo a su Reino celestial.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (16, 13-19)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó:

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces:

“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

En la primera y segunda lectura se refleja claramente la idea de adhesión y fidelidad a Jesús, como también la urgencia de la misión, sin duda pueden quedar resumidas en las palabras expresadas por Pablo a Timoteo: “El Señor estuvo a mi lado y me fortaleció, para que el mensaje fuera plenamente anunciado por mí y lo escucharan todos los paganos” (17). En la lectura del evangelio, Jesús, alaba a Pedro que ha visto en él algo más que un profeta a quien seguir, le aclara que lo que ha dicho no se lo ha revelado ningún sacerdote del templo, ni ningún doctor de la ley, sino Dios, y le pide, con todas la limitaciones y debilidades que Pedro tiene, construir junto a los otros discípulos, la asamblea o comunidad (ekklesía) que es el anticipo del Reino, también le entrega el cuidado de las llaves del nuevo reino, del nuevo tiempo. Y es la nueva comunidad encomendada y encabezada por a este laico, pobre, casado, con dudas, la que deberá dar testimonio de común-unión donde Dios es centro y todas las personas formarán una nueva familia que no está unida por los lazos de sangre sino por lazos de Fe.

lunes, 28 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Amós (2, 6-10. 13-16)

Esto dice el Señor:

“Por sus innumerables pecados no perdonaré a Israel. Porque venden al inocente por dinero, y al pobre, por un par de sandalias. Aplastan a los pobres contra el suelo y sacan del camino a los humildes.

Padre e hijo acuden a la misma mujer, profanando mi santo nombre. Sobre ropas tomadas como prenda se sientan a comer en sus santuarios y se beben las multas de los pobres en el templo de su Dios.

Cuando ustedes llegaron a esta tierra, yo destruí a los amorreos; eran altos como los cedros y fuertes como las encinas; destruí sus frutos por arriba, y por abajo, sus raíces. En cambio, a ustedes yo los saqué de Egipto y los conduje por el desierto durante cuarenta años, para darles en posesión la tierra de los amorreos.

Pues bien, áhora yo los aplastaré contra el suelo, como la carreta tritura las espigas. El más veloz no logrará escapar, al más fuerte de nada le servirá su fuerza, y ni el más valiente salvará su vida. El arquero no resistirá, no se librará el más ágil, el jinete no se salvará, el soldado más fuerte y valiente huirá desnudo aquel día”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 49

Perdona a tu pueblo, Señor.

¿Por qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú, que detestas la obediencia y echas en saco roto mis mandatos?

Perdona a tu pueblo, Señor.

Cuando ves un ladrón, corres con él, te juntas con los adúlteros; usas tu lengua para el mal, tu boca trama el engaño.

Perdona a tu pueblo, Señor.

Te pones a insultar a tu hermano y deshonras al hijo de tu madre. Tú haces esto, ¿y yo tengo que callarme? ¿Crees acaso que yo soy como tú? No, yo te reprenderé y te echaré en cara tus pecados.

Perdona a tu pueblo, Señor.

Quien las gracias me da, ése me honra, y yo salvaré al que cumple mi voluntad. Entiendan bien esto los que olvidan a Dios, no sea que los destroce sin remedio.

Perdona a tu pueblo, Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo

(8, 18-22)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver Jesús que la multitud lo rodeaba, les ordenó a sus discípulos que cruzaran el lago hacia la orilla de enfrente. En ese momento se le acercó un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza”.

Otro discípulo le dijo:

“Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre”.

Pero Jesús le respondió:

“Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

El texto de Amós es claro, Dios habla con dureza, reclama del pueblo una respuesta: ¿por qué vende al inocente y al necesitado?, ¿Por qué pisotean? En el evangelio el gentío rodea a Jesús, lo han visto y lo han oído, han sido testigos de sus palabras y se han entusiasmado con ellas, y por un arrebato quieren seguirlo, sin entender realmente lo que ello significa. El seguir a Jesús supone unas condiciones, que no siempre estamos dispuestos a cumplir, o que simplemente no cumplimos, seguimos siendo seres de medio tiempo, laicos, sacerdotes, religiosas, padres, jóvenes de medio tiempo, con unas horas en la comunidad, unas horas en el templo, unas horas en la familia, cumpliendo lo justo, lo que indica la “ley”, ¿y el resto del tiempo?, no, no tengo tiempo, necesito tiempo para mi, y seguimos sin entender, lo que pide Jesús es un cambio radical, un cambio de la seguridad a la inseguridad ¿no será la revés?. Seguir el camino de Jesús es hacer de la sociedad consumista y egoísta una sociedad solidaria y fraterna, de una sociedad encerrada en sí misma y en su propio disfrute, por una sociedad preocupada por los demás y por toda la naturaleza que nos rodea, nos alimenta y nos recrea.

sábado, 26 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del primer libro de los

Reyes (19, 16. 19-21)

En aquellos tiempos, el Señor le dijo a Elías: “Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá, para que sea profeta en lugar tuyo”.

Elías partió luego y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él trabajaban doce yuntas de bueyes y él trabajaba con la última. Elías pasó junto a él y le echó encima su manto. Entonces Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo:

“Déjame dar a mis padres el beso de despedida y te seguiré”.

Elías le contestó: “Ve y vuelve, porque bien sabes lo que ha hecho el Señor contigo”.

Se fue Eliseo, se llevó los dos bueyes de la yunta, los sacrificó, asó la carne en la hoguera que hizo con la madera del arado y la repartió a su gente para que se la comieran. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 15

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida.

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida.

Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida.

Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol

san Pablo a los gálatas

(5, 1. 13-18)

Hermanos: Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Su vocación, hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla como pretexto para satisfacer su egoísmo; antes bien, háganse servidores los unos de los otros por amor. Porque toda la ley se resume en un solo precepto:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse.

Los exhorto, pues, a que vivan de acuerdo con las exigencias del Espíritu; así no se dejarán arrastrar por el desorden egoísta del hombre. Este desorden está en contra del Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de ese desorden. Y esta oposición es tan radical, que les impide a ustedes hacer lo que querrían hacer. Pero si los guía el Espíritu, ya no están ustedes bajo el dominio de la ley.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (9, 51-62)

Gloria a ti, Señor.

Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén.

Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?” Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió.

Después se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús le respondió:

“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.

A otro, Jesús le dijo:

“Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.

Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

manto y con esto adquiere sobre él como cierto derecho. Eliseo no sabe negarse; sacrifica la pareja de bueyes con que araba, abandona su familia y se pone al servicio de Dios. Se dan en el caso de Eliseo las condiciones de una vocación especial: llamada de Dios, respuesta a la llamada, ruptura con el pasado y nuevo género de vida al servicio de su misión.

Nunca como hoy el ser humano ha sido tan sensible a la libertad; el ser humano prefiere la pobreza y la miseria antes que la falta de libertad. Pablo dice con relación a este tema: el cristiano es libre: la vocación cristiana es vocación a la libertad, esta libertad nos la conquistó Cristo; la libertad se expresa y alcanza su plenitud en el amor; ante el peligro de que muchos seres humanos caigan en el libertinaje so pretexto de libertad, Pablo les advierte que la verdadera libertad, la que viene del Espíritu, libera de la esclavitud de la carne y del egoísmo.

El tema fundamental del evangelio es la presentación de tres vocaciones. Lucas las coloca en el marco del viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Jesús, al que quiere seguirle le exige: despego de los bienes y comodidades materiales, pues el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza; llamamiento de Dios; ruptura con el pasado y el presente, incluso con la propia familia, y seguimiento. Todo esto para que el discípulo quede libre y disponible para poder anunciar el Reino de Dios.

Las lecturas de hoy tienen un tema común: las exigencias de la vocación. En ellas descubrimos cómo subyace la necesidad del desprendimiento, de la renuncia, del abandono de las cosas y personas como exigencia para seguir a Jesús. Por eso, no existe respuesta a la llamada para ponerse al servicio del Reino de Dios, en aquellos que anteponen a Jesús condiciones o intereses personales.

El Evangelio nos dice que el desprendimiento exigido por Jesús a los tres candidatos a su seguimiento, es radical e inmediato. Se tiene, incluso, la impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está puesto bajo el signo de la urgencia. Jesús ha iniciado “el viaje hacia Jerusalén”. Esta “subida” interminable (que ocupa 10 capítulos en el evangelio de Lucas) no se encuadra en una dimensión estrictamente geográfica, sino teológica: Jesús se encamina decididamente hacia el cumplimiento de su misión.

El viaje de Jesús a Jerusalén no es un viaje turístico. Por eso el maestro exige a los discípulos la conciencia del riesgo que comparte esa aventura: “la entrega de la propia vida”.

Se diría que Jesús hace todo lo posible para desanimar a los tres que pretenden seguirle a lo largo del camino. Parece que su intención es más la de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad, él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta y de la gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión.


Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del libro de las

Lamentaciones

(2, 2.10-14.18-19)

El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; en su furor ha destruido las fortalezas de Judá; ha echado por tierra y deshonrado al rey y a sus príncipes.

En el suelo están sentados, en silencio, los ancianos de Sión; se han echado ceniza en la cabeza y se han vestido de sayal. Humillan su cabeza hasta la tierra las doncellas de Jerusalén. Mis ojos se consumen de tanto llorar y el dolor me quema las entrañas; la bilis me amarga la boca por el desastre de mi pueblo, al ver que los niños y lactantes desfallecen en las plazas de la ciudad.

Los niños les preguntan a sus madres: “¿Dónde hay pan?” Y caen sin fuerzas, como heridos, en las plazas de la ciudad, y expiran en brazos de sus madres.

¿Con quién podré compararte, Jerusalén? ¿Con quién te podré asemejar? ¿O qué palabras te podré decir para consolarte, virgen, hija de Sión? Inmensa como el mar es tu desgracia. ¿Quién podrá curarte? Tus profetas te engañaron con sus visiones falsas e insensatas. No te hicieron ver tus pecados para evitarte así el cautiverio, y sólo te anunciaron falsedades e ilusiones.

Clama, pues, al Señor con toda el alma; gime, Jerusalén; deja correr a torrentes tus lágrimas de día y de noche; no te concedas descanso; que no dejen de llorar las niñas de tus ojos.

Levántate y clama al Señor durante toda la noche; derrama como agua tu corazón en la presencia de Dios; alza tus manos hacia él y ruega por la vida de tus pequeñuelos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 73

No te olvides, Señor,

de nosotros.

¿Por qué, Dios nuestro, nos has abandonado y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño? Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión, donde pusiste tu morada.

No te olvides, Señor,

de nosotros.

Ven a ver estas ruinas interminables: el enemigo ha arrasado todo el santuario; rugieron los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus estandartes.

No te olvides, Señor,

de nosotros.

Parecía que se abrían paso a hachazos en medio de la maleza. Con martillos y mazos destrozaron todas las puertas; prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron tu morada.

No te olvides, Señor,

de nosotros.

Acuérdate de tu alianza, Señor, pues todo el país está lleno de violencia. Que el humilde no salga defraudado, y los pobres y afligidos alaben tu nombre.

No te olvides, Señor,

de nosotros.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (8, 5-17)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”.

El le contestó: “Voy a curarlo”.

Pero el oficial le replicó:

“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande.

Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación”.

Jesús le dijo al oficial romano:

“Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído”. Y en aquel momento se curó el

criado.

Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se

puso a servirles.

Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. El expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: El hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

En la primera lectura vemos la experiencia intensa del dolor y desolación (v.2,12 ), mujeres que lloran la muerte de los inocentes, el abandono y la profunda herida que vive el Pueblo; ya ninguna palabra ni promesa tiene sentido, han dejado de creer. El evangelio trae la Buena Noticia de Jesús porque sana las heridas y devuelve la fe. En el relato del soldado, lo más importante no es la curación del muchacho, sino la fe del centurión, que forma parte de los excluidos de las promesas de Dios, por ser pagano, soldado y romano, en un acto de humildad y valentía profesa la certeza de su fe, Jesús se sorprende y concede al soldado lo que pide, pero más aún lo alaba frente a todos. Con la suegra de Pedro sucede algo similar, después que Jesús la toca, se levanta y se pone a servir (v, 15), porque quien es tocado, conmovido por Jesús, no puede menos que levantarse, volver a tener confianza, y una vez de pie, sólo queda el servicio; la expresión máxima del amor al prójimo. Entonces, nunca perder la confianza en Dios por más difíciles que sean las circunstancias, y nunca perder la certeza de su presencia en nuestra vida.

jueves, 24 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Isaías (49, 1-6)

Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada filosa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo:

“Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”.

Entonces yo pensé: “En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios”.

Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo —tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza—. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 138

Te doy gracias, Señor,

porque me has formado

maravillosamente.

Tú me conoces, Señor, profundamente: tú conoces cuándo me siento y me levanto, desde lejos sabes mis pensamientos, tú observas mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.

Te doy gracias, Señor,

porque me has formado

maravillosamente.

Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno. Te doy gracias por tan grandes maravillas; soy un prodigio y tus obras son prodigiosas.

Te doy gracias, Señor,

porque me has formado

maravillosamente.

Conocías plenamente mi alma; no se te escondía mi organismo, cuando en lo oculto me iba formando y entretejiendo en lo profundo de la tierra.

Te doy gracias, Señor,

porque me has formado

maravillosamente.

Segunda Lectura

Lectura del libro de los Hechos

de los Apóstoles (13, 22-26)

En aquellos días, Pablo les dijo a los judíos: “Hermanos: Dios les dio a nuestros padres como rey a David, de quien hizo esta alabanza: He hallado a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, quien realizará todos mis designios.

Del linaje de David, conforme a la promesa, Dios hizo nacer para Israel un salvador: Jesús. Juan preparó su venida, predicando a todo el pueblo de Israel un bautismo de penitencia, y hacia el final de su vida, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes piensan. Después de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias’.

Hermanos míos, descendientes de Abraham, y cuantos temen a Dios: Este mensaje de salvación les ha sido enviado a ustedes”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (1, 57-66. 80)

Gloria a ti, Señor.

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. El pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso.

Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él. El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Sólo quien se sienta profundamente llamado en su historia de vida siente la fuerza de la misión. En el evangelio, el nacimiento de Juan el Bautista, está envuelto entre la alegría de la familia, la comunidad, y la incógnita de saber que algo especial hay en este niño. La imagen de alegría contrasta al ver la imagen de su padre Zacarías mudo, por no haberse confiado a la acción Dios, el evangelio de hoy termina diciendo que “el niño iba creciendo y se fortalecía en su interior. Y vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel. El desierto lugar de soledad, reflexión y de encuentro entre Dos y yo. Que nos sigue llamando al desierto de nuestras vidas para encontrarlo, crecer y fortalecernos, para moldear nuestra vida al estilo del Reino que ha inaugurado en su hijo Jesús. Debemos descubrir cada día en la familia y comunidades, ese desierto que nos invita a encontrarnos con Dios, que al igual que a Juan el Bautista y el profeta Isaías nos llama por nuestro nombre, pues cada uno es único y especial, ser llamados con nombre propio, es dejar que se manifieste en cada uno la presencia divina.


miércoles, 23 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de

los Reyes (22, 8-13; 23, 1-3)

Por aquel entonces, el sumo sacerdote Jilquías dijo a Safán, delegado del rey Josías:

“He hallado en el templo el libro de la ley”. Jilquías entregó el libro a Safán, quien lo leyó. Luego, Safán fue a ver al rey y le rindió cuentas, diciendo:

“Tus siervos han fundido el dinero del templo y se lo han entregado a los encargados de las obras”. Y añadió: “El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro”. Y lo leyó en presencia del rey.

Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras y ordenó al sacerdote Jilquías; a Ajicam, hijo de Safán; a Akbor, hijo de Miqueas; al delegado Safán y a Asaías, ministro suyo:

“Vayan a consultar lo que dice el Señor acerca de mí, del pueblo y de todo Judá en este libro que se ha encontrado, pues el Señor está enfurecido con nosotros, porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no cumplieron lo que en él está escrito”.

Cuando ellos trajeron la respuesta, el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se dirigió hacia el templo, acompañado por los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, y les leyó el libro de la alianza, hallado en el templo.

Después, de pie sobre el estrado y en presencia del Señor, renovó la alianza, comprometiéndose a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y toda el alma, y a poner en vigor las palabras de esta alianza, escritas en el libro. Y todo el pueblo renovó también la alianza.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 118

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón.

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Guíame por la senda de tu ley, que es lo que quiero. Inclina mi corazón a tus preceptos, y no a la avaricia.

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra. Mira cómo anhelo tus decretos: dame vida con tu justicia.

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (7, 15-20)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Jesús llama ayer como hoy, a no dejarse llevar por las apariencias que muchas veces engañan, la apariencia de las cosas, de las palabras y de las personas. Desear obtener cosas que en verdad no necesitamos y que en el idioma del consumismo parecieran buenas. Cuidado de las palabras bonitas, de las falsas promesas, de las luces que nos encandilan como fuegos artificiales, cuidado de las lindas vestiduras que “no” indican que hay dentro de una persona, y cuidado especialmente de quienes aparentemente tienen muy buenas intenciones para el mundo, pero que en verdad sólo quieren sacar provecho de nuestra buena voluntad y nos pueden envolver y desviar del camino. Jesús nos da una sencilla instrucción: “por sus frutos los conocerán”, quien saca cosas buenas de su corazón, produce acciones y consecuencias buenas, y al contrario, lo malo produce cosas negativas, de esto debemos estar atentos. Sin embargo las palabras del evangelio no son para los demás, como comentamos ayer, primero hay que sacar la mugre del propio ojo, antes de sacar la del ojo ajeno, por lo tanto, que nuestras obras sean fruto de lo que llevamos dentro, por que también los demás están esperando cuales serán los frutos que nosotros entregamos.