miércoles, 9 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del primer libro de los

Reyes (18, 20-39)

En aquellos días, el rey Ajab envió mensajeros a todo Israel y reunió a los profetas de Baal en el monte Carmelo. Elías se acercó al pueblo y le dijo:

“¿Hasta cuándo van a andar indecisos? Si el Señor es el verdadero Dios, síganlo; y si lo es Baal, sigan a Baal”.

Pero el pueblo no supo qué responderle. Entonces Elías les dijo: “Yo soy el único sobreviviente de los profetas del Señor; en cambio, los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. Que nos den dos novillos; que ellos escojan uno, que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña sin prenderle fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña sin prenderle fuego. Ustedes invocarán a su dios y yo invocaré al Señor; y el Dios que responda enviando fuego, ése es el verdadero Dios”.

Todo el pueblo respondió:

“Está bien”. Elías dijo entonces a los profetas de Baal: “Escojan un novillo y comiencen ustedes primero, pues son más numerosos. Invoquen a su dios, pero sin prender fuego”.

Ellos tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e invocaron a Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: “Baal, respóndenos”.

Pero no se oyó ninguna respuesta, y ellos seguían danzando y brincando junto al altar que habían hecho. Llegado el mediodía, Elías comenzó a reírse de ellos, diciéndoles: “Griten más fuerte, porque a lo mejor Baal, su dios, está muy entretenido conversando o tiene algún negocio o está de viaje. A lo mejor está dormido y así lo despiertan”.

Ellos gritaron más fuerte y empezaron a sangrarse, según su costumbre, con cuchillos y punzones, hasta que la sangre les chorreaba por todo el cuerpo. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de la ofrenda, pero no se escuchó respuesta alguna ni hubo nadie que atendiera sus ruegos.

Entonces Elías le dijo al pueblo: “Acérquense a mí”. Y todo el pueblo se le acercó. Preparó el altar del Señor, que había sido demolido. Tomó doce piedras, según el número de las tribus de los hijos de Jacob (a quien el Señor había dicho: Tú te llamarás Israel). Con las piedras levantó un altar en honor del Señor e hizo alrededor del altar una zanja, del ancho de un surco. Acomodó la leña, descuartizó el novillo y lo puso sobre la leña.

Después dijo: “Llenen cuatro cántaros de agua y derrámenla sobre el holocausto y sobre la leña”. Y lo hicieron así. Volvió a decirles: “Háganlo otra vez”.

Y lo repitieron. De nuevo les dijo: “Háganlo por tercera vez” Y así lo hicieron. El agua corrió alrededor del altar y llenó la zanja por completo.

A la hora de la ofrenda se acercó el profeta Elías y dijo:

“Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; que se vea hoy que tú eres el Dios de Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado todas estas cosas. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que todo este pueblo sepa que tú, Señor, eres el Dios verdadero, que puede cambiar los corazones”.

Entonces bajó el fuego del Señor y consumió la víctima destinada al holocausto y la leña, y secó el agua de la zanja. Al ver esto, todo el pueblo tuvo miedo, y postrándose en tierra, dijo: “El Señor es el Dios verdadero. El Señor es el Dios verdadero”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 15

Protégeme, Dios mío,

pues eres mi refugio.

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor.

Protégeme, Dios mío,

pues eres mi refugio.

Los ídolos abundan y tras ellos se van todos corriendo; más yo no he de ofrecerles sacrificios, jamás invocaré sus nombres.

Protégeme, Dios mío,

pues eres mi refugio.

El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado jamás tropezaré.

Protégeme, Dios mío,

pues eres mi refugio.

Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.

Protégeme, Dios mío,

pues eres mi refugio.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (5, 17-19)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud.

Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

La primera lectura nos muestra al profeta Elías que enfrenta a los profetas falsos de Baal. Ante este dilema, el profeta se presenta ante el pueblo ¿Cuál es el Dios verdadero?. Siempre existirán falsos profetas, pero quien confía plenamente en la acción de Dios, puede esperar que Dios mismo lo conducirá a reconocerlo. El evangelio de Mateo nos pone nuevamente ante la gran crítica de Jesús a la fe del pueblo en su tiempo ¿es la practica de la ley lo que nos hace justos ante Dios? Jesús con sus palabras no pide abolir la ley ni quitar nada de ella sino que pide a la comunidad que la vivencia de la justicia y la misión de anunciar a Dios, sea mayor que la práctica de las obras que mandaba realizar la ley y practicada rigurosamente por Escribas y fariseos. Jesús quiere llevar la práctica de la ley a la vivencia más radical, a una actitud tan íntima como la misma necesidad de respirar para vivir. Propone una vivencia de la ley desde el espíritu, sin obstáculos y que se funda en la relación amorosa con Dios Padre-Madre y expresada en un amor vivido intensa y plenamente con el prójimo.


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