miércoles, 23 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de

los Reyes (22, 8-13; 23, 1-3)

Por aquel entonces, el sumo sacerdote Jilquías dijo a Safán, delegado del rey Josías:

“He hallado en el templo el libro de la ley”. Jilquías entregó el libro a Safán, quien lo leyó. Luego, Safán fue a ver al rey y le rindió cuentas, diciendo:

“Tus siervos han fundido el dinero del templo y se lo han entregado a los encargados de las obras”. Y añadió: “El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro”. Y lo leyó en presencia del rey.

Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras y ordenó al sacerdote Jilquías; a Ajicam, hijo de Safán; a Akbor, hijo de Miqueas; al delegado Safán y a Asaías, ministro suyo:

“Vayan a consultar lo que dice el Señor acerca de mí, del pueblo y de todo Judá en este libro que se ha encontrado, pues el Señor está enfurecido con nosotros, porque nuestros padres no escucharon las palabras de este libro y no cumplieron lo que en él está escrito”.

Cuando ellos trajeron la respuesta, el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se dirigió hacia el templo, acompañado por los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el más pequeño hasta el más grande, y les leyó el libro de la alianza, hallado en el templo.

Después, de pie sobre el estrado y en presencia del Señor, renovó la alianza, comprometiéndose a seguir al Señor y a cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y toda el alma, y a poner en vigor las palabras de esta alianza, escritas en el libro. Y todo el pueblo renovó también la alianza.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 118

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón.

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Guíame por la senda de tu ley, que es lo que quiero. Inclina mi corazón a tus preceptos, y no a la avaricia.

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra. Mira cómo anhelo tus decretos: dame vida con tu justicia.

Muéstranos, Señor,

el camino de tus leyes.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (7, 15-20)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Jesús llama ayer como hoy, a no dejarse llevar por las apariencias que muchas veces engañan, la apariencia de las cosas, de las palabras y de las personas. Desear obtener cosas que en verdad no necesitamos y que en el idioma del consumismo parecieran buenas. Cuidado de las palabras bonitas, de las falsas promesas, de las luces que nos encandilan como fuegos artificiales, cuidado de las lindas vestiduras que “no” indican que hay dentro de una persona, y cuidado especialmente de quienes aparentemente tienen muy buenas intenciones para el mundo, pero que en verdad sólo quieren sacar provecho de nuestra buena voluntad y nos pueden envolver y desviar del camino. Jesús nos da una sencilla instrucción: “por sus frutos los conocerán”, quien saca cosas buenas de su corazón, produce acciones y consecuencias buenas, y al contrario, lo malo produce cosas negativas, de esto debemos estar atentos. Sin embargo las palabras del evangelio no son para los demás, como comentamos ayer, primero hay que sacar la mugre del propio ojo, antes de sacar la del ojo ajeno, por lo tanto, que nuestras obras sean fruto de lo que llevamos dentro, por que también los demás están esperando cuales serán los frutos que nosotros entregamos.


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