viernes, 4 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura de la segunda carta

del apóstol san Pablo a

Timoteo (3, 10-17)

Querido hermano: Tú has seguido de cerca mis enseñanzas y mi modo de vivir, mis planes, mi fe, mi paciencia, mi amor fraterno, mi constancia, mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía, en Iconio y en Listra. ¡Qué duras persecuciones tuve que sufrir! Pero de todas me libró el Señor.

Todos los que quieran vivir como buenos cristianos, también serán perseguidos. Por su parte, los malos y perversos irán de mal en peor, engañando a otros y engañándose a sí mismos.

Tú, en cambio, permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.

Toda la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la virtud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda obra buena.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 118

Quienes aman tus leyes,

de inmensa paz disfrutan.

Muchos son mis contrarios y mis perseguidores, pero yo no me aparto, Señor, de tus preceptos. Verdad es el compendio de todas tus palabras, y son eternas todas tus justas decisiones.

Quienes aman tus leyes,

de inmensa paz disfrutan.

Aunque los poderosos sin razón me persiguen, sólo tus palabras hacen temblar mi corazón. Quienes aman tus leyes, de inmensa paz disfrutan; para ellos no hay tropiezos.

Quienes aman tus leyes,

de inmensa paz disfrutan.

Espero que me salves, pues he puesto en práctica, Señor, tus mandamientos. Observo tus mandatos, obedezco tus órdenes; tú conoces mi vida.

Quienes aman tus leyes,

de inmensa paz disfrutan.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (12, 35-37)

Gloria a ti, Señor.

Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:

“¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?”

La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Jesús discute con los fariseos porque le dan un sentido errado a lo anunciado en la escritura. El Mesías que ellos esperan es un rey a la manera de David, guerrero, capaz de formar un ejército para liberarse de la dominación romana, y hacer de Israel una gran nación. Jesús les dice que el Mesías no es sólo un hombre descendiente de David, les recuerda que en la escritura David se refiere al Mesías llamándole “mi Señor”(en el lenguaje del pueblo judío esto equivale a llamarle mi Dios), de esta forma el Mesías es mucho más que un hombre descendiente de un Rey, es Dios mismo que lo habita. Pero si el pueblo judío ni siquiera se atrevía a nombrar a Dios, entonces se les produce el gran escándalo: si es como Jesús les dice, es imposible, no pueden aceptar que Él es el Mesías. Esto finalmente será causal para su condena a muerte. Hasta hoy para muchos es imposible aceptar que Dios no cae del cielo, sino que habita al ser humano, con toda la riqueza, toda la limitación y finitud que eso conlleva. Dios da a la mujer y al hombre una dimensión superior al resto de la creación, es entonces un Dios con nosotros y un Dios en nosotros.

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