martes, 15 de junio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del primer libro de los

Reyes (21, 17-29)

Después de la muerte de Nabot, el Señor le dirigió la palabra al profeta Elías y le dijo:

“Levántate y ve al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Se encuentra en la viña de Nabot, a donde ha ido para apropiársela. Dile lo siguiente:

‘Esto dice el Señor: ¿Así que, además de asesinar, estás robando?’ Dile también:

‘Por eso, dice el Señor, en el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu propia sangre’ ”.

Ajab le dijo a Elías: “¿Has vuelto a encontrarme, enemigo mío?” Le respondió Elías: “Sí, te he vuelto a encontrar. ‘Porque te has prestado para hacer el mal ante mis ojos, dice el Señor, yo mismo voy a castigarte: voy a barrer a tu posteridad y a exterminar en Israel a todo varón de tu casa, libre o esclavo.

Haré con tu casa lo que hice con la de Jeroboam, hijo de Nebat, y con la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi cólera y has hecho pecar a Israel.

A los hijos de Ajab que mueran en la ciudad, los devorarán los perros; y a los que mueran en el campo, se los comerán los buitres’. También contra Jezabel ha hablado el Señor y ha dicho: ‘Los perros devorarán a Jezabel en el campo de Yezrael’ ”. (Y es que en realidad no hubo otro que se prestara tanto como Ajab para hacer el mal ante los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel. Su proceder fue abominable, porque adoró a los ídolos que habían hecho los amorreos, a quienes el Señor expulsó del país para dárselo a los hijos de Israel).

Cuando Ajab oyó estas palabras, desgarró sus vestiduras, se puso un vestido de sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba cabizbajo. Entonces el Señor le habló al profeta Elías y le dijo: “¿Has visto cómo se ha humillado Ajab en mi presencia? Por eso, no lo castigaré a él durante su vida, pero en vida de su hijo castigaré a su casa”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 50

Misericordia, Señor,

hemos pecado.

Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.

Misericordia, Señor,

hemos pecado.

Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo.

Misericordia, Señor,

hemos pecado.

Aleja de tu vista mis maldades y olvídate de todos mis pecados. Líbrame de la sangre, Dios, salvador mío, y aclamará mi lengua tu justicia.

Misericordia, Señor,

hemos pecado.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (5, 43-48)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Es fácil amar a quien nos ama. Cuantas veces creemos que nuestras actitudes de amor y perdón, para con nuestros familiares, amigos o comunidad son todo lo que encierra la palabra “prójimo”, sin embargo Jesús nos interpela diciendo que eso lo hacen todos, los buenos y los malos, los que andan en la verdad y los que viven en la mentira. Nuestros prójimos son expresamente aquellos que no piensan, ni creen lo mismo que yo, son todos aquellos que nosotros mismos estigmatizamos y que al igual que en tiempos de Jesús consideramos “impuros”, indignos; las minorías sexuales, indígenas, los encarcelados, los corruptos, los traidores, la empleada de la casa, el extranjero, el mendigo, los explotadores. Ellos son nuestros prójimos, a ellos debemos amarlos como a nosotros mismos, eso es lo que verdaderamente cuenta, si somos buenos padres, hijos, esposos, amigos, está muy bien, pero no es suficiente, hay que ir más allá de lo correcto, más allá de lo que la sociedad considera como un buen ciudadano o una buena persona, Jesús con su vida nos urge a llevar al límite sus palabras y su testimonio, es posible , todos estamos llamados a ser perfectos como nuestro buen Padre-Madre Dios es perfecto.


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