viernes, 19 de noviembre de 2010

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura del libro del

Apocalipsis del apóstol

san Juan (10, 8-11)

Yo, Juan, oí de nuevo la voz que ya me había hablado desde el cielo, y que me decía:

“Ve a tomar el librito abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar y la tierra”.

Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. El me dijo: “Tómalo y cómetelo. En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas”.

Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas. Entonces la voz me dijo: “Tienes que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y reyes”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 118

Mi alegría es cumplir

tus mandamientos.

Más me gozo cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Señor, son mi alegría, ellos son también mis consejeros.

Mi alegría es cumplir

tus mandamientos.

Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. ¡Qué dulces al paladar son tus promesas! Más que la miel en la boca.

Mi alegría es cumplir

tus mandamientos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hondamente suspiro, Señor, por guardar tus mandamientos.

Mi alegría es cumplir

tus mandamientos.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (19, 45-48)

Gloria a ti, Señor.

Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles:

“Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.

Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Jesús desmantela todo el tráfico económico, político y religioso presente en el Templo, con el fin de restablecer la función original que tiene la casa de Dios: la oración, el encuentro personal y comunitario con Dios. La función del Templo se orientaba más a la venta de animales para ser ofrecidos en sacrificio y al cambio de monedas, de lo cual se derivó toda clase de abusos y conflictos entre los vendedores y cambistas, obstaculizando así las relaciones entre Dios y el pueblo, especialmente con el pueblo pobre. Jesús purifica el Templo y lo hace lugar para su enseñanza, para expresar con palabras y acciones el verdadero rostro de Dios, oculto hasta el momento por las leyes, los sacrificios y el mercado religioso. Jesús denuncia las injusticias realizadas en nombre de Dios y enseña el verdadero culto que se le debe dar: un culto que tiene como fundamento la misericordia y la justicia. Muchas veces hemos convertido nuestra fe en un mercado, en el que buscamos los medios más efectivos para agraciar a Dios y satisfacer nuestra propia conciencia, separando la fe de nuestra vida y de la vida de la comunidad, olvidando el servicio y el amor a los más necesitados.

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