martes, 4 de mayo de 2010

= Martes 04 de Mayo, 2010


Primera Lectura

Lectura del libro de los

Hechos de los Apóstoles

(14, 19-28)

Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos

En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dejándolo por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad. Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe; después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios.

En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 144

Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, / que te bendigan tus fieles; / que proclamen la gloria de tu reinado, / que hablen de tus hazañas. R.

Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.

Explicando tus hazañas a los hombres, / la gloria y majestad de tu reinado. / Tu reinado es un reinado perpetuo, / tu gobierno va de edad en edad.

Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás.


Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Juan (14,27-31)

Gloria a ti, Señor.

Mi paz os doy

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago."

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexion

Dar la paz, desear la paz, era un saludo corriente en
los tiempos de Jesús. Pero en esta oportunidad este
saludo no es de ordinario. Jesús está anticipando su
vuelta al Padre, lugar-hogar de origen de su vida y Su
causa. Volver al Padre no es una tragedia, es un
gozo, pero las circunstancias que mediarán su ida
pondrán en crisis a la comunidad. Los discípulos
tendrán la tentación de quedarse mirando "hacia
arriba" esperando ayuda celestial. Jesús quiere
ayudarlos a asumir "su hora": el tiempo de continuar
con el anuncio y la praxis del Reino en misión
compartida. El saludo de paz asume aquí un lugar
muy significativo de serenidad frente a la ausencia
física de Jesús y de valor y ánimo en el anuncio
misionero y profético.
La muerte de Jesús no será obra de los poderosos
del mundo sino causa de su fidelidad radical al
sueño del Padre. La paz que deja Jesús actúa
eficazmente en sus amigos, los tranquiliza, los
reconforta y los fortalece para emprender la tarea. Y
cuando lo anticipado esté cumplido redoblará su fe,
su confianza y su compromiso.

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