lunes, 4 de octubre de 2010

Lectural del día

Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los gálatas (1, 6-12)

Hermanos: Me extraña mucho que tan fácilmente hayan abandonado ustedes a Dios Padre, quien los llamó a vivir en la gracia de Cristo y que sigan otro Evangelio. No es que exista otro Evangelio; lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, tratando de cambiar el Evangelio de Cristo.

Pero, sépanlo bien: si alguien, yo mismo o un ángel enviado del cielo, les predicara un Evangelio distinto del que les hemos predicado, que sea maldito. Se lo acabo de decir, pero se lo repito: si alguno les predica un Evangelio distinto del que ustedes han recibido, que sea maldito.

¿A quién creen que trato de agradar con lo que acabo de decir? ¿A Dios o a los hombres? ¿Acaso es ésta la manera de congraciarse con los hombres? Si estuviera buscando agradarles a ustedes no sería servidor de Cristo.

Quiero que sepan, hermanos, que el Evangelio predicado por mí no es un invento humano, pues no lo he recibido ni aprendido de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 110

Alabemos al Señor
de todo corazón.

Quiero alabar a Dios, de corazón, en las reuniones de los justos. Grandiosas son las obras del Señor y para todo fiel, dignas de estudio.

Alabemos al Señor
de todo corazón.

Justas y verdaderas son sus obras, son dignos de confianza sus mandatos, pues nunca pierden su valor y exigen ser fielmente ejecutados.

Alabemos al Señor
de todo corazón.

El redimió a su pueblo y estableció su alianza para siempre. Dios es santo y temible y su gloria perdura eternamente.

Alabemos al Señor
de todo corazón.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (10, 25-37)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”.

Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.

El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús:

“¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?”

El doctor de la ley le respondió:
“El que tuvo compasión de él”.
Entonces Jesús le dijo:
“Anda y haz tú lo mismo”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Lucas en este texto nos muestra dos caras de una misma moneda. Por una, da una enseñanza magistral sobre la misericordia hacia los más necesitados; por otra, anuncia que los no judíos pueden también observar la enseñanza divina y obtener la vida eterna, los samaritanos. Estas dos caras van en consonancia con el programa narrativo del evangelio: devolver la vista a los ciegos y liberar a los oprimidos (Lc 4, 16…).En este sentido Las dos preguntas fundamentales del texto, ¿cómo obtener la vida eterna? y ¿quién es mi prójimo?, hechas por un jurista, dan la posibilidad a Jesús de seguir poniendo las bases del verdadero discipulado. Las respuestas de Jesús, indican cuáles han de ser las exigencias del verdadero discípulo: ser humildes, sabios y verdaderos prójimos con el que sufre la injusticia. Por tanto, la vida eterna pasa ineludiblemente por el mandato del amor, que tiene que ver con la práctica de la solidaridad, la misericordia y la justicia. En definitiva, el verdadero amor del prójimo no se define por parámetros de raza, etnia, religión o color, sino por el horizonte del discipulado: el reino de la justicia, la igualdad y la misericordia divinas. ¿Eres capaz de llevar a cabo tales exigencias?

Francisco de Asís es un santo del todo singular. Destaca diríamos casi que con luz propia en la legión de los santos. Y es el santo que ha sido aclamado universalmente como el patrón de la ecología. Lynn White, el famoso profesor de historia medieval que hacia los años 60 del siglo pasado lanzó la tesis de que el cristianismo es «la religión más antropocéntrica» (cfr. Agenda Latinoamericana’’1010, en su archivo digital (servicioskoinonia.org/agenda/archivo), lo propuso como patrón de la ecología por ser la figura más ecológica dentro de esa religión tan «antropocéntrica» (es decir, tan sometedora de la naturaleza al servicio de los intereses del ser humano).

En estos tiempos de calentamiento planetario ya indiscutido, y de inminencia de catástrofes que, curiosamente, parecieran no atemorizarnos, la actitud de «reverencia y cuidado de la Creación» que vivió tan intensamente Francisco de Asís, es un modelo en el que no deberíamos dejar de insistir.

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