jueves, 14 de octubre de 2010

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol

san Pablo a los efesios (1, 1-10)

Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, les deseo a ustedes, los hermanos y fieles cristianos que están en Efeso, la gracia y la paz, de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en él con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor, y determinó, porque así lo quiso, que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos, para que alabemos y glorifiquemos la gracia con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.

Pues por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia, con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegara la plenitud de los tiempos: hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 97

El Señor nos ha mostrado

su amor y su lealtad.

Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.

El Señor nos ha mostrado

su amor y su lealtad.

El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel.

El Señor nos ha mostrado

su amor y su lealtad.

La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor.

El Señor nos ha mostrado

su amor y su lealtad.

Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey.

El Señor nos ha mostrado

su amor y su lealtad.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (11, 47-54)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y doctores de la ley: “¡Ay de ustedes, que les construyen sepulcros a los profetas que los padres de ustedes asesinaron! Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus padres hicieron, pues ellos los mataron y ustedes les construyen el sepulcro.

Por eso dijo la sabiduría de Dios: Yo les mandaré profetas y apóstoles, y los matarán y los perseguirán, para que así se le pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que fue asesinado entre el atrio y el altar. , se lo repito: a esta generación se le pedirán cuentas.

¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el paso”.

Luego que Jesús salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a acosarlo terriblemente con muchas preguntas y a ponerle trampas para ver si podían acusarlo con alguna de sus propias palabras.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.
Reflexión

Jesús prosigue la diatriba contra los funcionarios del Templo y los maestros de la Ley en el marco de una cena en casa de un fariseo. Jesús revela su posición contra aquellos que han puesto la Ley como única y absoluta, olvidándose de la realidad de las personas. Estos ayes de Jesús van en contra de todo ese sinfín de preceptos en los que se hacían consistir la justicia y la piedad farisaica. Por ello la crítica de Jesús es certera: no se puede hacer de la ley un absoluto sin perjudicar las conciencias humanas, sin tergiversar o desfigurar la legítima imagen del Dios de la justicia, la vida y la verdad, así como tampoco se puede poner por encima de la persona humana sin hacer de él un ser deshumanizado y deshumanizante. Es preciso, para hacer del discipulado de Jesús un seguimiento más humano y evangélico, no creernos los autosuficientes, los poseedores de la verdad absoluta. No podemos confundir la verdadera relación con el Dios misericordioso con el mero cumplimiento frío de leyes y normas magisteriales. La relación fundante con el Evangelio pasa ineludiblemente por la construcción de una comunidad de iguales y desde la libertad y la compasión de Dios.

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