sábado, 30 de octubre de 2010

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol

san Pablo a los filipenses

(1, 18-26)

Hermanos: El hecho de que se predique a Cristo me alegra y me seguirá alegrando, porque que esto será para mi bien, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda del Espíritu de Jesucristo. Pues tengo la firme esperanza de que no seré defraudado y, ahora como siempre, estoy plenamente seguro de que, ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte, Cristo será glorificado en .

Porque para , la vida es Cristo; y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir.

Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes.

Convencido de esto, que me quedaré y los seguiré ayudando a todos ustedes para que progresen gozosos en la fe. Así tendrán en , cuando me encuentre de nuevo entre ustedes, un motivo de gran alegría en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 41

Mi alma te busca a ti,

Dios mío.

Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío.

Mi alma te busca a ti,

Dios mío.

Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo?

Mi alma te busca a ti,

Dios mío.

Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios.

Mi alma te busca a ti,

Dios mío.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (14, 1. 7-11)

Gloria a ti, Señor.

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:

Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que , y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’.

Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En esta narración Lucas nos pone en la tónica con uno de los temas vitales de la comunidad de su tiempo: el del prestigio y el honor de ocupar los primeros puestos. En la mesa de los fariseos hay disputas por esos primeros puestos. Todos los invitados los desean. ¡Los primeros en ocuparlos son los distinguidos, los supuestos elegidos! ¡Ocupar los últimos puestos, es una vergüenza! Se muestra en este escenario, en el contexto de la mesa y de la comida, el reflejo de la estratificación y exclusión social del tiempo de Jesús. Sin embargo, en la mesa del reino de Dios los invitados buscan el último puesto. En la mesa de Jesús los últimos suben y los primeros deben estar dispuestos a bajar de manera que se llegue a conformar una mesa en la equidad, donde no haya jerarquías opresoras y delimitadoras de la dignidad humana. Los invitados a la mesa del reino, es al banquete abierta a todos, en especial, a los más pobres, necesitados, los marginados, los considerados los “últimos”. El verdadero honor y prestigio evangélicos del discípulo de Jesús tiene que pasar por el permanente servicio desinteresado a los demás. Estos son los rostros y las coordenadas del reino.

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