viernes, 25 de febrero de 2011

Lectura del día


Primera Lectura

Lectura del libro del

Eclesiástico (Sirácide) (6, 5-17)

Las palabras amistosas multiplican el número de amigos, los labios amables aumentan los saludos. Es bueno que te saluden muchos; pero que uno solo entre mil sea tu amigo íntimo. Cuando hagas una nueva amistad, vete con tiento; no te le confíes tan fácilmente, pues hay amigos que lo son por conveniencia y no son fieles en el día de la desgracia. Hay amigos que se vuelven enemigos y descubren con afrenta los motivos del pleito.

Hay amigos que te acompañan a comer, pero nunca se aparecen en la hora de las penas: cuando te va bien, están contigo, cuando te va mal, huyen de ti; si te ocurre una desgracia, cambian de actitud y se esconden de tu vista. Aléjate de tus enemigos y sé precavido con tus amigos.

El amigo fiel es un refugio que da seguridad; el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio: ningún dinero ajusta para comprarlo. El amigo fiel es un tónico de vida. Los que aman al Señor lo encontrarán; el que teme al Señor sabe ser fiel amigo y hace a sus amigos como él.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Salmo Responsorial Salmo 118

Señor, guíame por la senda

de tu ley.

Señor, bendito seas; enséñame tus leyes. En tus preceptos tengo mis delicias, jamás me olvidaré de tus palabras.

Señor, guíame por la senda

de tu ley.

Abreme los ojos para ver las maravillas de tu voluntad. Dame nueva luz para conocer tu ley y para meditar las maravillas de tu amor.

Señor, guíame por la senda

de tu ley.

Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón. Guíame por la senda de tu ley, que es lo que quiero.

Señor, guíame por la senda

de tu ley.



Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (10, 1-12 )

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”

El les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa.

De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.



Reflexión

El matrimonio es el sacramento del amor y expresa la presencia viva de Dios en medio de quienes desean compartir sus vidas, unificadas por el amor mutuo; tal relación se fundamenta en el conocimiento profundo mutuo de las dos personas, en la ruptura de los estrechos límites del egoísmo para dar paso al compartir, a la amistad, al afecto, al encuentro íntimo de los cuerpos; por ello Jesús recuerda a los fariseos el elemento esencial de la unión matrimonial: Ser una sola carne, un solo ser, una sola persona. Ser “uno solo” significa que los dos son responsables de mantener vivo el amor primero; significa que son iguales, que no hay uno más importante que el otro, sino que cada uno, con su propia identidad, forma parte indispensable de este proyecto de amor; por tanto, el divorcio es la consecuencia de no comprender el sentido original del matrimonio, de poseer un “corazón de piedra” incapaz de amar a Dios - quien es el prójimo por excelencia-; de no abrir el corazón al perdón, a la ternura y a la misericordia con el otro. Es necesario un “corazón de carne” para que el amor conyugal sea fuerte e indisoluble.

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