martes, 22 de febrero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pedro (5, 1-4)

Hermanos: Me dirijo ahora a los pastores de las comunidades de ustedes, yo, que también soy pastor como ellos y además he sido testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que se va a manifestar.

Apacienten el rebaño que Dios les ha confiado y cuiden de él no como obligados por la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino con entrega generosa; no como si ustedes fueran los dueños de las comunidades que se les han confiado, sino dando buen ejemplo. Y cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán el premio inmortal de la gloria.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.

Salmo Responsorial Salmo 22

El Señor es mi pastor,

nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.

El Señor es mi pastor,

nada me faltará.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo.

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.

El Señor es mi pastor,

nada me faltará.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.

El Señor es mi pastor,

nada me faltará.

Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor, por años sin término.

El Señor es mi pastor,

nada me faltará.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (16, 13-19)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos:

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

El centro del relato que leemos hoy es la confesión de Pedro, afirmación y a la vez experiencia personal. Jesús dirige a sus discípulos una doble pregunta que tiene como objetivo hacerles tomar posición con respecto a su persona. La primera pregunta está referida a lo que la gente piensa del Maestro; a esto los discípulos responden sin dificultad, basándose en las consideraciones de la gente que le sigue. Sin embargo, a la segunda pregunta los discípulos no pueden responder a partir de los mismos criterios; tienen que responder según su propia experiencia, según su convicción personal; no es ya una simple opinión poco comprometida, sino una verdadera respuesta que exprese su opción de vida. Por ello la confesión de Pedro es importante, pues es una confesión fruto de una revelación divina, es decir, de un proceso de fe, de una apertura a la acción de Dios a través de la Palabra anunciada por el Maestro. Esta apertura a la acción divina de Dios (fe absoluta), representada en la figura de Pedro, es la base fundamental, es la piedra angular, el punto de apoyo de la comunidad de creyentes.

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