viernes, 18 de febrero de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura del libro del Génesis

(11, 1-9)

En aquel tiempo, toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas palabras. Al emigrar los hombres desde el oriente, encontraron una llanura en la región de Sinaar y allí se establecieron.Entonces se dijeron unos a otros: “Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos”.

Utilizaron, pues, ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. Luego dijeron:

“Construyamos una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo, para hacernos famosos, antes de dispersarnos por la tierra”.

El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo y se dijo: “Son un solo pueblo y hablan una sola lengua. Si ya empezaron esta obra, en adelante ningún proyecto les parecerá imposible. Vayamos, pues, y confundamos su lengua, para que no se entiendan unos con otros”.

Entonces el Señor los dispersó por toda la tierra y dejaron de construir su ciudad; por eso, la ciudad se llamó Babel, porque ahí confundió el Señor la lengua de todos los hombres y desde ahí los dispersó por la superficie de la tierra.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 32

Dichoso el pueblo

escogido por Dios.

Frustra el Señor los planes de los pueblos y hace que se malogren sus designios. Los proyectos del Señor duran por siempre; los planes de su amor, todos los siglos. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que escogió por suyo.

Dichoso el pueblo

escogido por Dios.

Desde el cielo el Señor, atentamente, mira a todos los hombres; desde el lugar de su morada observa a todos los que habitan en el orbe. El formó el corazón de cada uno y entiende sus acciones.

Dichoso el pueblo

escogido por Dios.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Marcos (8, 34—9, 1)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y

por el Evangelio, la salvará.

¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre, entre los santos ángeles”.

Y añadió: “Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Jesús, en el relato de ayer, vio en Pedro al mismo Satanás, pues la intención del discípulo, en ese momento, fue detener el camino del Maestro y no seguirlo. El texto de hoy nos explica qué significa seguir el camino de Jesús; para ello presenta una serie de características que identifican al verdadero discípulo, todas unidas a una exigencia fundamental: Negarse a sí mismo. Tomar la cruz, optar por Jesús, implica indiscutiblemente romper con toda clase de egoísmos y tendencias de poder; implica salir de sí mismo para ir al encuentro con Dios, que está presente en los hermanos. De ahí que el seguimiento sea un constante proceso de apertura a la acción de Dios, que se evidencia a través de la solidaridad y el amor por los otros; preocuparnos más por el otro significa que realmente Dios está actuando en nosotros, nos está salvando. Para Jesús, salvar significa liberar al ser humano de sus propios límites, sacarlo de su finitud y hacerlo partícipe activo de la infinitud de Dios.

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