jueves, 16 de septiembre de 2010

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura de la primera carta

del apóstol san Pablo a los

corintios (15, 1-11)

Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.

Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.

Finalmente, se me apareció también a , que soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en ; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes ha creído.

Palabra de Dios

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 117

Te damos gracias, Señor,

porque eres bueno.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”.

Te damos gracias, Señor,

porque eres bueno.

Escuchemos el canto de victoria que sale de la casa de los justos: “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo”.

Te damos gracias, Señor,

porque eres bueno.

No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. eres mi Dios, y te doy gracias. eres mi Dios, y yo te alabo.

Te damos gracias, Señor,

porque eres bueno.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (7, 36-50)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies; los enjugó con su cabellera, los besó y los ungió con el perfume.

Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar: “Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”.

Entonces Jesús le dijo:

Simón tengo algo que decirte”.

El fariseo contestó: “Dímelo, Maestro”. El le dijo: “Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón le respondió: “Supongo que aquel a quien le perdonó más”. Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama”. Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados”.

Los invitados empezaron a preguntarse a mismos:

“¿Quién es éste que hasta los pecados perdona?” Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Este hermoso pasaje nos interpela y nos invita a: 1) no juzgar el pasado de las personas; 2) vivir con un corazón misericordioso que nos ayude a amar y perdonar a los demás. El gran testimonio de reconocimiento y arrepentimiento que da esta mujerpecadora”, nos demuestra el profundo amor que estaba sintiendo por el Señor. Caso contrario es el del fariseo que lo invitó a comer. Su actitud cerrada a la gracia no deja ver el acto de amor que está aconteciendo en ese momento. Más bien, lo que hace es juzgar tanto a la mujer como a Jesúsque no se ha dado cuenta quién es esa mujer”. Jesús sabe quien es ella. Al final, Jesús perdona todos los pecados de la mujer y se arma el escándalo¿Quién es éste que hasta perdona pecados?”. Y no sólo eso, sino que le dice “tu fe te ha salvado”, dando a demostrar que es también desde la actitud de arrepentimiento que los pecados son perdonados. La pregunta es: ¿Será que nuestros esquemas mentales son como los de este fariseo y no logramos visualizar el amor y la misericordia de Dios en los demás? ¿He experimentado el amor de Dios?

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