jueves, 9 de junio de 2011

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos

de los Apóstoles (22, 30; 23, 6-11)

En aquellos días, el comandante, queriendo saber con exactitud de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó a los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando consigo a Pablo, lo hizo comparecer ante ellos.

Como Pablo sabía que una parte del sanedrín era de saduceos y otra de fariseos, exclamó: “Hermanos: Yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me quieren juzgar porque espero la resurrección de los muertos”.

Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, que ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan la otra vida, sea de ángeles o de espíritus resucitados; mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Estalló luego una terrible gritería y algunos escribas del partido de los fariseos, se pusieron de pie y declararon enérgicamente:

Nosotros no encontramos ningún delito en este hombre. ¿Quién puede decirnos que no le ha hablado un espíritu o un ángel?”

El alboroto llegó a tal grado, que el comandante, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó traer a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.

En la noche siguiente se le apareció el Señor a Pablo y le dijo: “Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has dado testimonio de , así también tendrás que darlo en Roma”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 15

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida. Aleluya.

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida. Aleluya.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida. Aleluya.

Por eso se me alegran el corazón y el alma, y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida. Aleluya.

Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.

Enséñanos, Señor,

el camino de la vida. Aleluya.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Juan (17, 20-26)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como , Padre, en y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que me has enviado.

Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y en , para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que me has enviado y que los amas, como me amas a .

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo te conozco y éstos han conocido que me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

El diálogo íntimo que sostiene Jesús con su Padre Dios, orando y suplicando a favor de sus discípulos, nos subraya dos cosas fundamentales: “La unidad” y “el conocimiento”. Para Juan es importante que los que se hacen llamar discípulos de Jesús vivan en com-unión y conozcan al Padre. Es fundamental para el cristiano mantener la unidad, que no significa uniformidad (todos en igualdad de pensamientos y acciones), sino unión de todos con Aquel que nos ha llamado (Dios), y unión con los hermanos que, a pesar de ser diversos, comparten un mismo ideal: el Reino. La verdadera unidad de los cristianos, enriquecida por su variedad, es fruto del amor con que el Padre y el Hijo por el Espíritu Santo se aman y nos aman. El ser con Jesús implica adherirse plenamente a su mensaje y llevarlo al mundo que aún no lo conoce. Por tal motivo, la llamada de Jesús está relacionada con el envío que es inherente al discípulo. Ser enviado implica conocer y vivenciar el mensaje que se le encomienda. Busca por todos los medios llevar el amor a toda la humanidad.

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