martes, 7 de junio de 2011

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos

de los Apóstoles (20, 17-27)

En aquellos días, hallándose Pablo en Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la comunidad cristiana de Efeso. Cuando se presentaron, les dijo:

“Bien saben cómo me he comportado entre ustedes, desde el primer día en que puse el pie en Asia: he servido al Señor con toda humildad, en medio de penas y tribulaciones, que han venido sobre por las asechanzas de los judíos. También saben que no he escatimado nada que fuera útil para anunciarles el Evangelio, para enseñarles públicamente y en las casas, y para exhortar con todo empeño a judíos y griegos a que se arrepientan delante de Dios y crean en nuestro Señor Jesucristo.

Ahora me dirijo a Jerusalén, encadenado en el espíritu, sin saber qué sucederá allá. Sólo que el Espíritu Santo en cada ciudad me anuncia que me aguardan cárceles y tribulaciones. Pero la vida, para , no vale nada.

Lo que me importa es llegar al fin de mi carrera y cumplir el encargo que recibí del Señor Jesús: anunciar el Evangelio de la gracia de Dios.

Por lo pronto que ninguno de ustedes, a quienes he predicado el Reino de Dios, volverá a verme. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie, porque no les he ocultado nada y les he revelado en su totalidad el plan de Dios”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 67

Reyes de la tierra,

canten al Señor. Aleluya.

A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres.

Reyes de la tierra,

canten al Señor. Aleluya.

Bendito sea el Señor, día tras día, que nos lleve en sus alas y nos salve. Nuestro Dios es un Dios de salvación porque puede librarnos de la muerte.

Reyes de la tierra,

canten al Señor. Aleluya.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Juan (17, 1-11)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera.

He manifestado tu nombre a los hombres que tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que me has enviado.

Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío.

Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Son muy gratificantes estas palabras que la comunidad joánica pone en boca de Jesús: “Te ruego por ellos, pues son tuyos”. Jesús nos coloca a cada uno de nosotros en presencia del Padre. Nos confía a las manos de Dios para que nos ilumine y conduzca nuestro caminar. Somos parte viva de su misión. Esto nos dignifica, nos reanima y nos compromete. Jesús se manifestó a todos parasacarnos del mundo”, es decir, para apartarnos del pecado y de lo que nos impide ser cada vez más humanos. La gloria de Dios se manifiesta en la actividad por la que él da nueva vida y rehace la vida que ha sido destrozada y perdida. La gloria de Dios es que el ser humano viva plenamente. Jesús fue claro en sus enseñanzas: Nuestro Dios es un Dios Amor, misericordia, que no juzga ni condena, sino que perdona y salva. Nos comprometemos a seguir sus enseñanzas, porque todo lo que es del Señor es también del discípulo y “en ellos se revela la gloria”. Pidamos al Señor que nos siga sacando del pecado de la indiferencia, de la insolidaridad, del desamor, y nos su Espíritu de vida.

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