jueves, 26 de mayo de 2011

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos

de los Apóstoles (15, 7-21)

Por aquellos días, después de una larga discusión sobre el asunto de la circuncisión, Pedro se levantó y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:

Hermanos: Ustedes saben que, ya desde los primeros días, Dios me eligió entre ustedes para que los paganos oyeran, por mi medio, las palabras del Evangelio y creyeran.

Dios, que conoce los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo, igual que a nosotros. No hizo distinción alguna, ya que purificó sus corazones con la fe.

¿Por qué quieren irritar a Dios imponiendo sobre los discípulos ese yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido soportar? Nosotros creemos que nos salvaremos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos”.

Toda la asamblea guardó silencio y se pusieron a oír a Pablo y a Bernabé, que contaban las grandes señales y prodigios que Dios había hecho entre los paganos por medio suyo. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:

Hermanos, escúchenme. Pedro nos ha referido cómo, por primera vez, se dignó Dios escoger entre los paganos un pueblo que fuera suyo.

Esto concuerda con las palabras de los profetas, porque está escrito: Después de estos sucesos volveré y reconstruiré de nuevo la casa de David, que se había derrumbado; repararé sus ruinas y la reedificaré, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre. El Señor que hace estas cosas es quien lo dice. El las conoce desde la eternidad.

Por lo cual, yo juzgo que no se debe molestar a los paganos que se convierten a Dios; basta prescribirles que se abstengan de la fornicación, de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si alguien se extraña, Moisés tiene, desde antiguo, quienes lo predican en las ciudades, puesto que cada sábado

se lee en las sinagogas”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 95

Cantemos la grandeza

del Señor. Aleluya.

Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo.

Cantemos la grandeza

del Señor. Aleluya.

Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos, de nación en nación,sus maravillas.

Cantemos la grandeza

del Señor. Aleluya.

Caigamos en su templo de rodillas. “Reina el Señor”, digamos a los pueblos, gobierna a las naciones con justicia.

Cantemos la grandeza

del Señor. Aleluya.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Juan (15, 9-11)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor.

Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Al final de su camino, Jesús puede hablar con propiedad y autoridad sobre la alegría y felicidad que ha alcanzado por la vía de la entrega de su vida a la causa del Reino. Alegría y felicidad que al mismo tiempo él propone también para sus seguidores: “Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices”. No tiene sentido, entonces, buscar las fuentes de la alegría y la felicidad al margen de Jesús y su evangelio de vida; en esto nos hemos equivocado demasiado como cristianos; ante las primeras dificultades y contradicciones solemos poner en tela de juicio el sentido y la finalidad de nuestra vocación cristiana y misionera.
Cierto que la vocación al servicio del Reino no contempla el dolor y la persecución como “pre-requisito”; sin embargo, estarán siempre ahí, porque la calidad del mensaje, el sentido que busca, deja al descubierto a todos los que se oponen al plan de amor y de justicia querido por Dios; y la única forma de reaccionar de éstos es el rechazo a través de la violencia.

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