martes, 10 de mayo de 2011

Lectura del día

Primera Lectura

Lectura del libro de los

Hechos de los Apóstoles

(7, 51—8, 1)

En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: “Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del justo, al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte.Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado”.

Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo:

Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”.

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él.Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo.

Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración:

Señor Jesús, recibe mi espíritu”.

Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz:

Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 30

En tus manos, Señor,

encomiendo mi espíritu.

Aleluya.

, Señor, mi fortaleza y mi refugio, la muralla que me salve. , que eres mi fortaleza y mi defensa, por tu nombre, dirígeme y guíame.

En tus manos, Señor,

encomiendo mi espíritu.

Aleluya.

En tus manos encomiendo mi espíritu y , mi Dios leal, me librarás. En ti, Señor, deposito mi confianza y tu misericordia me llenará de alegría.

En tus manos, Señor,

encomiendo mi espíritu.

Aleluya.

Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia; cuídame, Señor, y escóndeme junto a ti, lejos de las intrigas de los hombres.

En tus manos, Señor,

encomiendo mi espíritu.

Aleluya.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Juan (6, 30-35)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué señal vas a realizar , para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:

Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.

Entonces le dijeron:

Señor, danos siempre de ese pan”.

Jesús les contestó:

Yo soy el pan de la vida. El que viene a no tendrá hambre, y el que cree en nunca tendrá sed”.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

La gente que iba detrás de Jesús quería ver cosas extraordinarias para poder creer. Según estas personas, nadie había logrado obrar algo tan maravilloso como lo logró Moisés en el desierto, cuando alimentó al pueblo con maná. Sin embargo, y a pesar de ser algo tan extraordinario según su mentalidad, sus antepasados murieron; es decir que ¿acaso lo verdaderamente maravilloso y extraordinario no sería que el maná los hubiera vuelto inmortales?

Pues Jesús corrige el error de sus opositores; no fue Moisés, fue el Padre quien les dio el pan del cielo; sin embargo, no era ése el pan definitivo; por esomurieron”, el que da la vida en verdad es el mismo Jesús. El auditorio no entendió muy bien qué era lo que quería decirles Jesús, pues ellos siguieron con la idea de un milagro que los hiciera inmortales. Por eso, muy a la ligera, le piden: “Señor, danos siempre de ese pan”. Y ése es el momento propicio para Jesús, para revelarse como el pan verdadero: “Yo soy el pan de vida”; pan que no hay que consumirlo como el alimento mágico en el que piensan los oyentes de Jesús, sino un pan que hay que asimilarlo viviéndolo e imitándolo.

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