lunes, 9 de agosto de 2010

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (1, 2-5. 24-28)

El día cinco del mes cuarto (era el año quinto de la deportación del rey Joaquín), me fue dirigida la palabra del Señor a mí, Ezequiel, sacerdote, hijo de Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y fui arrebatado en éxtasis.

Vi venir del norte un viento huracanado, una gran nube rodeada de resplandores y relámpagos, y en su centro, algo parecido al brillo del ámbar. En medio aparecían cuatro seres vivientes, que tenían forma humana. Oí el ruido de sus alas cuando se movían: era como el estruendo de un río caudaloso, como el trueno del Altísimo, como la gritería de una multitud o como el estruendo de un ejército en batalla. Cuando se detenían, plegaban sus alas. Encima de la plataforma había una especie de zafiro en forma de trono y de esta especie de trono sobresalía una figura, que parecía un hombre. Vi luego una luz, como brillo de ámbar, como un fuego que envolvía al hombre, desde la cintura para arriba; desde la cintura para abajo, vi también algo como fuego, que difundía su resplandor, parecido al del arco iris que se ve en las nubes, cuando llueve.

Tal era la apariencia visible de la gloria del Señor. Cuando yo la vi, caí rostro en tierra.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.



Salmo Responsorial Salmo 148

El cielo y la tierra están
llenos de tu gloria.


Alaben al Señor en las alturas, alábenlo en el cielo; que alaben al Señor todos sus ángeles, celestiales ejércitos.

El cielo y la tierra están
llenos de tu gloria.

Reyes y pueblos todos de la tierra, gobernantes y jueces de este mundo; hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, alaben al Señor y denle culto.

El cielo y la tierra están
llenos de tu gloria.


El nombre del Señor alaben todos, pues su nombre es excelso; su gloria sobrepasa cielo y tierra, y ha hecho fuerte a su pueblo.

El cielo y la tierra están
llenos de tu gloria.


Que alaben al Señor todos sus fieles, los hijos de Israel, el pueblo que ha gozado siempre de familiaridad con él.

El cielo y la tierra están
llenos de tu gloria.


Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (17, 22-27)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se hallaba Jesús con sus discípulos en Galilea y les dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo van a matar, pero al tercer día va a resucitar”. Al oír esto, los discípulos se llenaron de tristeza.

Cuando llegaron a Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los recaudadores del impuesto

para el templo y le dijeron:

“¿Acaso tu maestro no paga el impuesto?” El les respondió: “Sí lo paga”.

Al entrar Pedro en la casa, Jesús se adelantó a preguntarle:

“¿Qué te parece, Simón? ¿A quiénes les cobran impuestos los reyes de la tierra, a los hijos o a los extraños?” Pedro le respondió: “A los extraños”. Entonces Jesús le dijo: “Por lo tanto, los hijos están exentos. Pero para no darles motivo de escándalo, ve al lago y echa el anzuelo, saca el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti,Señor Jesús.


Reflexón

El texto de hoy esta construido a partir de dos pequeñas unidades literarias: la primera corresponde a un segundo anuncio de la pasión: "El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres" (17, 22-23), y la segunda parte tiene que ver con el pago del tributo del templo (17, 24-27). Las dos unidades aparentemente no tienen relación; sin embargo, su punto de encuentro lo podemos descubrir en el tema de la pérdida de la propia vida por causa las autoridades civiles y religiosas.

El acento de estos primeros versículos (vv. 22-23) está puesto sobre la inminencia de la pasión de Jesús. Los discípulos se juntan inquietos en torno a él, o más bien, todos los discípulos vuelven a encontrarse alrededor de Jesús después de la separación de la transfiguración. Desde ahora, la pasión y los sufrimientos de Jesús son inminentes; él ve con claridad el fin que le espera y por tanto le habla a sus discípulos de ello.

Mateo dice que Jesús va a ser "entregado", es decir, va a ofrecer la vida, va a padecer a manos de los hombres y la consecuencia de ello es que lo "matarán". Al igual que en los otros anuncios de la pasión, a la afirmación de la muerte, aquí también le sigue inmediatamente la de la resurrección: "y al tercer día resucitará". Se puede percibir en el tono de estas palabras un contenido catequético y litúrgico de una profesión de fe vivida por las primeras comunidades cristianas.

La segunda parte del texto tiene que ver con el pago del tributo del templo (vv. 24-27). Estos versículos son propios de Mateo. El texto constituye un testimonio histórico precioso de la actitud de Jesús y de los primeros cristianos frente al tributo del templo e incluso frente al poder político, económico, social y religioso de su tiempo. En las palabras de Jesús no podemos ver sólo su actitud frente al templo de Jerusalén, sino también ante el poder político de su época. Supuesto esto, es obvio pensar que el relato sobre el tributo al César significa que hay que pagar, pero como hombres libres, porque hay que darle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Sumisos sólo a Dios y a su proyecto de justicia y dignidad, porque él pagará el tributo a la ley en la persona de su hijo.

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