jueves, 26 de agosto de 2010

Primera Lectura
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los
corintios (1, 1-9)

Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, mi colaborador, saludamos a la comunidad cristiana que está en Corinto. A todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.

Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 144

Siempre, Señor,
bendeciré tu nombre.


Un día tras otro bendeciré tu nombre y no cesará mi boca de alabarte. Muy digno de alabanza es el Señor, por ser su grandeza incalculable.

Siempre, Señor,
bendeciré tu nombre.


Cada generación, a la que sigue anunciará tus obras y proezas. Se hablará de tus hechos portentosos, del glorioso esplendor de tu grandeza.

Siempre, Señor,
bendeciré tu nombre.


Alabarán tus maravillosos prodigios y contarán tus grandes acciones; difundirán la memoria de tu inmensa bondad y aclamarán tus victorias.

Siempre, Señor,
bendeciré tu nombre.


Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (24, 42-51)
Gloria a ti, Señor.


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor.

Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.

Fíjense en un servidor fiel y prudente, a quien su amo nombró encargado de toda la servidumbre para que le proporcionara oportunamente el alimento. Dichoso ese servidor, si al regresar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que le encargará la administración de todos sus bienes.

Pero si el servidor es un malvado, y pensando que su amo tardará, se pone a golpear a sus compañeros, a comer y emborracharse, vendrá su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará severamente y lo hará correr la misma suerte de los hipócritas.
Entonces todo será llanto y desesperación”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

En el evangelio del día de hoy nos encontramos con una clara invitación a estar preparados para la inminente llegada del reino. Ahora bien, es importante reconocer que en las primeras comunidades cristianas esta dimensión escatológica o con miras al fin último, se fue desgastando por las persecuciones y las continuas crisis. En ese sentido el texto tiene un gran valor, en cuanto apunta a llenar de dinamismo la espera, imprimiéndole radicalidad y ética.

Ser empleados fieles consiste en no parar en la tarea encomendada de anunciar y construir el reino. Esa tarea supera las euforias y las crisis, es algo constante que no para; sólo quienes permanezcan firmes en dicho compromiso estarán en condiciones de ver y entender la venida plena del reino. Jesús hace su intervención en las coordenadas de la historia, de las realidades personales y comunitarias.

El mundo de hoy tiende a sumirse en la desesperanza, causada por las inabarcables realidades del empobrecimiento, el hambre creciente, la exclusión sistemática de quienes no sirven para la generación de capital. Es ahí, en esos escenarios, en los que los cristianos hemos de ejercer nuestro compromiso.

El compromiso que tenemos como cristianos no da espera y no se puede dejar enfriar; es necesario retroalimentarlo, cualificarlo, actualizarlo. De tal manera siempre estaremos encontrando motivos para seguir construyendo, para seguir luchando de acuerdo a los desafíos de los nuevos tiempos.

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