viernes, 22 de julio de 2011

Lectura del Día

Primera Lectura

Lectura del libro del Cantar

de los Cantares (3, 1-4)

Esto dice la esposa: “En mi lecho, por las noches, a mi amado yo buscaba. Lo busqué, pero fue en vano. Me levantaré. Por las plazas y barrios de la ciudad buscaré al amor de mi alma.

Lo busqué, pero fue en vano. Y me encontraron los guardias de la ciudad, y les dije: ‘¿Qué no vieron a aquel que ama mi alma?’ Y apenas se fueron, encontré al amor de mi alma”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 62

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Señor, eres mi Dios, a ti te busco; de ti sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora el agua.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Para admirar tu gloria y tu poder, anhelo contemplarte en el santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con júbilo en los labios.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Fuiste mi auxilio y a tu sombra, canté lleno de gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo.

Señor, mi alma tiene sed de ti.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio

según san Juan (20, 1-2. 11-18)

Gloria a ti, Señor.

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba.

Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no dónde lo habrán puesto”.

Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió:

Señor, si te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabbuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre.

Ve a decir a mis hermanos:

Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’ ”.

María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Hoy la liturgia hace memoria de María Magdalena. Los cuatro evangelios testimonian de manera diferente que ella fue la primera en ver a Jesús resucitado, bien a solas, como en evangelio de Juan, o bien en compañía de los otros discípulos, como en los sinópticos (Mt 28,1-8; Mc 16,1-8; Lc 24,1-9). El testimonio único de María Magdalena sobre la resurrección en el evangelio de Juan le ha otorgado, a través de la historia de la Iglesia, un puesto inigualable en las narraciones del Señor resucitado. Dicho testimonio le mereció el título de “apóstol de los apóstolesque le dieron los Padres de la Iglesia. Lo más importante de esta escena es el envío que le hace el resucitado a María, que anuncie a los hermanos su mensaje pascual fundamental: Desde este momento, él y sus discípulos van a permanecer inseparablemente unidos como miembros de una única familia. Ella es la portadora del mensaje de la nueva creación. La exigencia para el “hoy” de la Iglesia es llevar hasta sus últimas consecuencias el papel otorgado por Jesús a las mujeres que lo siguen, como testigos principales de la resurrección, fundamento de nuestra fe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario