jueves, 1 de julio de 2010

Lectura del Dia

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta

Amós (7, 10-17)

En aquel tiempo, Amasías, sacerdote de Betel, le envió este mensaje a Jeroboam, rey de Israel: “Amós está conspirando contra ti en Israel y el país ya no puede soportar sus palabras, pues anda diciendo que Jeroboam morirá a espada e Israel saldrá de su país al destierro”.

Amasías le dijo a Amós: “Vete de aquí, visionario, y huye al país de Judá; gánate allá el pan, profetizando; pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque es santuario del rey y templo del reino”.

Respondió Amós: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel’.

Y ahora escucha tú la palabra del Señor: ‘Tú me dices: No profetices contra la casa de Israel. No vaticines contra la casa de Isaac’. Pues bien, esto dice el Señor: ‘Tu mujer será deshonrada en plena calle; tus hijos e hijas morirán a espada; tu tierra se la repartirán los vencedores; tú mismo morirás en tierra pagana e Israel será desterrado lejos de su país’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 18

La voluntad de Dios es santa.

La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo.

La voluntad de Dios es santa.

En los mandamientos de Dios hay rectitud y alegría para el corazón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino.

La voluntad de Dios es santa.

La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

La voluntad de Dios es santa.

Más deseables que el oro y las piedras preciosas las normas del Señor, y más dulces que la miel de un panal que gotea.

La voluntad de Dios es santa.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Mateo (9, 1-8)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaúm, su ciudad. En esto, trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados”.

Al oír esto, algunos escribas pensaron: “Este hombre está blasfemando”. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir ‘Se te perdonan tus pecados’, o decir ‘Levántate y anda’?

Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, —le dijo entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexion

Jesús en cuanto hijo del hombre, también tiene autoridad para perdonar pecados, en este milagro lo que lo mueve a curar es la fe en su autoridad que tienen quienes traen al paralítico. El perdón es unos de los temas mas frecuentes de la predicación de los discípulos. Jesús ha comunicado el poder de perdonar a sus discípulos, y a través de ellos la iglesia tiene la misión de hacerla presente en cada comunidad, entre las personas, ejerciendo el ministerio que se les ha confiado. Cuando los apóstoles o sus sucesores perdonan en nombre de Cristo, es todo el pueblo de Dios que se encuentra comprometido en el ministerio de la cruz y en el acto divino-humano de perdón que allí tomó cuerpo.

La Iglesia entera, por el ministerio apostólico, está constituida en acto de misericordia a favor de todos los fieles. En ese sentido se puede decir que el cristiano es ministro del perdón. Pero si es verdad que todos lo miembros del cuerpo de Cristo participan, en su lugar en la obra eclesial de misericordia, todos sin ninguna excepción tienen también que someterse al poder eclesial del perdón, todos somos pecadores y debemos apelar al perdón de Dios. El bautismo ha marcado ya en cada uno de nosotros el signo inviolable del perdón divino, pero el bautizado aun pecador ha recibido el don de Dios para someterse a la misericordia divina.


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